“Ambientada en una sociedad futura. El hallazgo de una fórmula contra el envejecimiento trae consigo no sólo superpoblación, sino también la transformación del tiempo en moneda de cambio que permite sufragar tanto lujos como necesidades. Los ricos pueden vivir para siempre, pero los demás tendrán que negociar cada minuto de vida, y los pobres mueren jóvenes. Tras conseguir, por casualidad, una inmensa cantidad de tiempo, un joven obrero será perseguido por unos policías corruptos, "los guardianes del tiempo". En su huida, toma como rehén a una joven de familia adinerada”. Filmaffinity.
“Para que algunos sean inmortales, otros
tienen que morir”, o al menos eso reza una de las frases del diálogo de una de
las mejores películas no de ciencia-ficción sino de economía. La fiel
descripción del sistema financiero queda patente con la descripción gráfica de
un mundo en el que el dinero físico ha sido sustituido por el tiempo como
moneda, aunque bien podría parodiarse como el futuro dinero cripto. “El pobre
muere y el rico no vive”, otra de las sentencias del film, reparte a la
población en zonas separadas en función de la clase social a la que se
pertenece, sin posibilidad alguna de tomar ningún ascensor social. Una sociedad
dividida entre quienes lo poseen todo y viven en el lujo más asombroso, y los
que lo hacen sumidos en la pobreza, la marginación y la violencia de las
calles, se proyecta en la pantalla como un reflejo de la realidad misma que,
cada vez más, se perfila como el futuro más inmediato.
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