viernes, 14 de enero de 2022

La gran apuesta

 

   “Tres años antes de la crisis mundial del 2008 originada por las hipotecas subprime que hundió prácticamente el sistema financiero global, cuatro tipos fuera del sistema fueron los únicos que vislumbraron que todo el mercado hipotecario iba a quebrar. Decidieron entonces hacer algo insólito: apostar contra el mercado de la vivienda a la baja, en contra de cualquier criterio lógico en aquella época. Adaptación del libro “La gran apuesta” de Michael Lewis, que reflexiona sobre la quiebra del sector inmobiliario norteamericano que originó la crisis económica mundial en 2008”. Filmaffinity. 

   Lo sabían, pero no hicieron nada por evitarlo, porque eran conscientes de que los iban a rescatar, es una de las reflexiones finales de una película centrada en la quiebra de la burbuja inmobiliaria que culminó con la crisis de 2008, a pesar de que desde mucho tiempo antes ya se hablaba de la ilusión financiera de la que vivía la economía real. Sin embargo, y a pesar de las voces de alarma, lo cierto es que nadie podía suponer que la caída al vacío se produciría precisamente en ese momento y no en otro, pese al insólito argumento de una historia de apostadores contracorriente de un sistema que, pese a la mencionada crisis, no se vio afectado en la variación de sus actores fundamentales que ostentaban, y continúan haciéndolo, las riendas del timón financiero.

miércoles, 5 de enero de 2022

JFK

   “Compatriotas:

   Celebramos hoy, no la victoria de un partido, sino un acto de libertad simbólico de un fin tanto como de un comienzo- que significa una renovación a la par que un cambio, pues ante vosotros y ante Dios Todopoderoso he prestado el solemne juramento concebido por nuestros antepasados hace casi 165 años. El mundo es muy distinto ahora. Porque el hombre tiene en sus manos poder para abolir toda forma de pobreza y para suprimir toda forma de vida humana. Y, sin embargo, las convicciones revolucionarias por las que lucharon nuestros antepasados siguen debatiéndose en toda la tierra; entre ellas, la convicción de que los derechos del hombre provienen no de la generosidad del Estado, sino de la mano de Dios.

   No olvidemos hoy día que somos los herederos de esa primera revolución. Que sepan desde aquí y ahora amigos y enemigos por igual, que la antorcha ha pasado a manos de una nueva generación de estadounidenses, nacidos en este siglo, templados por la guerra, disciplinados por una paz fría y amarga, orgullosos de nuestro antiguo patrimonio, y no dispuestos a presenciar o permitir la lenta desintegración de los derechos humanos a los que esta nación se ha consagrado siempre, y a los que estamos consagrados hoy, aquí y en todo el mundo.

   Que sepa toda nación, lo queramos o no, que por la supervivencia y el triunfo de la libertad hemos de pagar cualquier precio, sobrellevar cualquier carga, sufrir cualquier penalidad, acudir en apoyo de cualquier amigo y oponernos a cualquier enemigo. Todo esto prometemos, y mucho más.

   A los viejos aliados, cuyo origen cultural y espiritual compartimos, les brindamos la lealtad de los amigos fieles. Unidos, es poco lo que no nos es dado hacer en un cúmulo de empresas cooperativas; divididos, es poco lo que nos es dado hacer, pues reñidos y distanciados no osaríamos hacer frente a un reto poderoso.

   A aquellos nuevos estados que ahora acogemos con beneplácito en las filas de los libres, prometemos nuestra determinación de no permitir que una forma de dominación colonial desaparezca para ser reemplazada por una tiranía mucho más férrea. No esperaremos que secunden siempre todos nuestros puntos de vista, pero abrigaremos siempre la esperanza de verlos defendiendo vigorosamente su propia libertad, y recordando que, en el pasado, los que insensatamente se entregaron a buscar el poder cabalgando a lomo de tigre, acabaron invariablemente por ser devorados por su cabalgadura.

   A los pueblos de las chozas y aldeas de la mitad del globo que luchan por romper las cadenas de la miseria de sus masas, les prometemos nuestros mejores esfuerzos para ayudarlos a ayudarse a sí mismos, por el período que sea preciso, no porque quizá lo hagan los comunistas, no porque busquemos sus votos, sino porque es justo. Si una sociedad libre no puede ayudar a los muchos que son pobres, no podrá salvar a los pocos que son ricos.

   A nuestras hermanas repúblicas allende nuestra frontera meridional les ofrecemos una promesa especial: convertir nuestras buenas palabras en buenos hechos mediante una nueva Alianza para el Progreso; ayudar a los hombres libres y a los gobiernos libres a despojarse de las cadenas de la pobreza. Pero esta pacífica revolución de esperanza no puede convertirse en la presa de las potencias hostiles. Sepan todos nuestros vecinos que nos sumaremos a ellos para oponernos a la agresión y a la subversión en cualquier parte de las Américas. Y sepa cualquier otra potencia que este hemisferio se propone seguir siendo el amo de su propia casa.

   A esa asamblea mundial de estados soberanos, las Naciones Unidas, que es nuestra última y mejor esperanza de una era en que los instrumentos de la guerra han sobrepasado, con mucho, a los instrumentos de paz, renovamos nuestra promesa de apoyo: para evitar que se convierta en un simple foro de injuria, para fortalecer la protección que presta a los nuevos y a los débiles, y para ampliar la extensión a la que pueda llegar su mandato.

   Por último, a las naciones que se conviertan en nuestros adversarios, les hacemos no una promesa sino un requerimiento: que ambas partes empecemos de nuevo la búsqueda de la paz, antes de que las negras fuerzas de la destrucción desencadenadas por la ciencia suman a la humanidad entera en su propia destrucción, deliberada o accidental.

   No les tentemos con la debilidad, porque solo cuando nuestras armas sean suficientes, podremos estar seguros, sin lugar a dudas, de que no se utilizarán jamás. Pero tampoco es posible que dos grandes y poderosos grupos de naciones se sientan tranquilos en una situación presente que nos afecta a ambos, agobiadas ambas partes por el costo de las armas modernas, justamente alarmadas ambas por la constante difusión del mortífero átomo, y compitiendo, no obstante, ambas, por alterar el precario equilibrio de terror que contiene la mano de la postrera guerra de la humanidad.

   Empecemos, pues, de nuevo, recordando ambas partes que la civilidad no es indicio de debilidad, y que la sinceridad puede siempre ponerse a prueba. No negociemos nunca por temor, pero no tengamos nunca temor a negociar.

  Exploremos ambas partes qué problemas nos unen, en vez de insistir en los problemas que nos dividen.

   Formulemos ambas partes, por primera vez, proposiciones serias y precisas para la inspección y el control de las armas, y para colocar bajo el dominio absoluto de todas las naciones el poder absoluto para destruir a otras naciones.

   Tratemos ambas partes de invocar las maravillas de la ciencia, en lugar de sus terrores. Exploremos juntas las estrellas, conquistemos los desiertos, extirpemos las enfermedades, aprovechemos las profundidades del mar y estimulemos las artes y el comercio.

   Unámonos ambas partes para acatar en todos los ámbitos de la tierra el mandamiento de Isaías llamado a «soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados».

   Y si con la cabeza de puente de la cooperación es posible despejar las selvas de la suspicacia, unámonos ambas partes para crear un nuevo empeño, no un nuevo equilibrio de poder, sino un nuevo mundo bajo el imperio de la ley, en el que los fuertes sean justos, los débiles se sientan seguros y se preserve la paz.

   No se llevará a cabo todo esto en los primeros cien días. Tampoco se llevará a cabo en los primeros mil días, ni en la vida de este gobierno, ni quizá siquiera en el curso de nuestra vida en este planeta. Pero empecemos.

   En vuestras manos, compatriotas, más que en las mías, está el éxito o el fracaso definitivo de nuestro empeño. Desde que se fundó este país, cada generación de estadounidenses ha debido dar fe de su lealtad nacional. Las tumbas de los jóvenes estadounidenses que respondieron al llamamiento de la patria circundan el globo terráqueo.

   Los clarines vuelven a llamarnos. No es una llamada a empuñar las armas, aunque armas necesitamos; no es una llamada al combate, aunque entablemos combate, sino una llamada a sobrellevar la carga de una larga lucha año tras año, «gozosos en la esperanza, pacientes en la tribulación», una lucha contra los enemigos comunes del hombre: la tiranía, la pobreza, la enfermedad y la guerra misma.

   ¿Podremos forjar contra estos enemigos una alianza grande y global tanto al norte y como al sur, al este y al oeste, que pueda garantizarle una vida fructífera a toda la humanidad? ¿Queréis participar en esta histórica empresa?

   Solo a unas cuantas generaciones, en la larga historia del mundo, les ha sido otorgado defender la libertad en su hora de máximo peligro. No rehúyo esta responsabilidad. La acepto con beneplácito. No creo que ninguno de nosotros se cambiaría por ningún otro pueblo ni por ninguna otra generación. La energía, la fe, la devoción que pongamos en esta empresa iluminará a nuestra patria y a todos los que la sirven, y el resplandor de esa llama podrá, en verdad, iluminar al mundo.

   Así pues, compatriotas: preguntad, no qué puede hacer vuestro país por vosotros; preguntad, qué podéis hacer vosotros por vuestro país.

   Conciudadanos del mundo: preguntad, no qué pueden hacer por vosotros los Estados Unidos de América, sino qué podremos hacer juntos por la libertad del hombre.

   Finalmente, ya seáis ciudadanos estadounidenses o ciudadanos del mundo, exigid de nosotros la misma medida de fuerza y sacrificio que hemos de solicitar de vosotros. Con una conciencia tranquila como nuestra única recompensa segura, con la historia como juez supremo de nuestros actos, marchemos al frente de la patria que tanto amamos, invocando su bendición y su ayuda, pero conscientes de que aquí, en la tierra, la obra de Dios es realmente la que nosotros mismos realicemos”. John Fitzgerald Kennedy. Toma de posesión como presidente de los EE UU, el 20 de enero de 1961.

El Plan Kalergi

 

   “El Plan Kalergi es un plan cuyo objetivo es el genocidio de la gente blanca mediante el mestizaje y la inmigración masiva de no blancos a Europa. Fue elaborado en 1923 por el conde Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi quien según sus propias expectativas, busca generar una raza mestiza pasiva, amansada, predecible y manipulable, de carácter e inteligencia inferior sobre la cual pudiera gobernar eternamente la élite aristocrática judía, pues dicha mente inferior les impediría organizarse para rebelarse, e incluso darse cuenta de que están dominados.

   Este plan, expuesto en 28 tesis, está inspirado en el dominio humano sobre los animales de granja, los cuales, debido a su inferior inteligencia no pueden rebelarse”. Metapedia.

   La localización de atentados en países de mayoría musulmana, no sólo en el Viejo Continente, el elevado número de víctimas árabes entre los ataques en suelo europeo y la repetición de elementos comunes en todos ellos, sumados al desplazamiento masivo de exiliados, hace suponer que el plan sistemático que se esconde detrás de las acciones, no es fruto del azar, como tampoco lo es todo conflicto armado, cuyo coste final es siempre asumido a cuenta del beneficio que se espera obtener tras la consecución de aquel.

           

If

IF you can keep your head when all about you

are losing theirs and blaming it on you,

If you can trust yourself when all men doubt you,

but make allowance for their doubting too;

If you can wait and not be tired by waiting,

or being lied about, don't deal in lies,

or being hated, don't give way to hating,

and yet don't look too good, nor talk too wise:

If you can dream and not make dreams your master;

If you can think and not make thoughts your aim;

If you can meet with triumph and disaster

and treat those two impostors just the same;

If you can bear to hear the truth you've spoken

twisted by knaves to make a trap for fools,

or watch the things you gave your life to, broken,

and stoop and build 'em up with worn-out tools;

If you can make one heap of all your winnings

and risk it on one turn of pitch-and-toss,

and lose, and start again at your beginnings

and never breathe a word about your loss;

If you can force your heart and nerve and sinew

to serve your turn long after they are gone,

and so hold on when there is nothing in you

except the will which says to them: 'Hold on!'

If you can talk with crowds and keep your virtue,

or walk with Kings nor lose the common touch,

if neither foes nor loving friends can hurt you,

If all men count with you, but none too much;

If you can fill the unforgiving minute

with sixty seconds' worth of distance run,

yours is the Earth and everything that's in it,

and  which is more  you'll be a Man, my son!

Rudyard Kipling.

 

Canigó

Lo Canigó és una magnòlia immensa

que en un rebrot del Pirineu se bada;

per abelles té fades que la volten,

per papallons los cisnes  i les àligues.

Formen son calze escarides serres

que plateja l'hivern i l'estiu daura,

grandiós veire on beu olors l'estrella,

los aires rellentor, los núvols aigua.

Les boscúries de pins són sos bardissos,

los Estanyols ses gotes de rosada,

i és son pistil aqueix palau aurífic,

somni d'aloja que del cel davalla.


Jacint Verdaguer. Canigó, Cant II: Flordeneu.

 

Abraham Lincoln

   “Hace ochenta y siete años, nuestros padres crearon en este continente una nueva nación, concebida en libertad y consagrada a la premisa de que todos los hombres son creados iguales.

   Hoy estamos abocados a una gran guerra civil que pone a prueba el que esta nación, o cualquier otra así concebida y así dedicada, pueda resistir mucho tiempo. Nos hemos reunido en el escenario donde se libró una de las grandes batallas de esa guerra. Hemos venido a consagrar parte de este campo de batalla como último lugar de descanso de quienes han entregado su vida por la nación. Es plenamente adecuado y apropiado que así lo hagamos.

   Pero, en un sentido más amplio, no podemos dedicar, no podemos consagrar, no podemos santificar este suelo. Los valientes hombres, vivos y muertos, que aquí combatieron, lo han consagrado ya muy por encima de nuestro escaso poder para añadir o restarle algo. El mundo apenas advertirá ni recordará mucho lo que aquí se diga, pero no olvidará jamás lo que ellos hicieron aquí. Nos corresponde a nosotros los vivos dedicarnos más bien a completar la obra inconclusa que tan noblemente han adelantado aquellos que aquí combatieron. Nos corresponde ocuparnos de la gran tarea que aún resta ante nosotros: que de estos venerables muertos aprendamos a dedicarnos con mayor ahínco a la causa por la que dieron hasta la última medida de entrega; declarar aquí solemnemente que estos muertos no han perecido en vano; que esta nación, Dios mediante, vea renacer la libertad y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra". Abraham Lincoln, 19 de noviembre de 1863.