domingo, 17 de marzo de 2024

Fugger

 

Haciendo un reduccionismo histórico, se puede comprender cómo hemos llegado al momento presente. El origen se encuentra en la época imperial española. Todavía en Madrid están las calles dedicadas a los banqueros alemanes de Carlos V.

“Los integrantes de la Familia Fugger o Fúcares fueron un clan familiar de empresarios y financieros alemanes que llegaron a constituir uno de los mayores grupos empresariales de los siglos XV y XVI, siendo precursores del capitalismo moderno, junto con los Médicis y los Welser. A lo largo del siglo XV se produjeron en Europa una serie de fenómenos económicos que dieron como resultado la aparición de grandes fortunas con gran capacidad de influencia política. En la segunda década del siglo XVI, ocurrió la muerte del emperador Maximiliano I (1519) que dejó vacante la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, a la que aspiraban el rey de Francia Francisco I y el nieto de Maximiliano, Carlos de Austria (el futuro emperador Carlos V).

La elección de un nuevo emperador estaba a cargo de siete electores (los arzobispos de Colonia, Maguncia y Tréveris, y los príncipes de Bohemia, Sajonia, Brandemburgo y el Palatinado). Antes de su muerte, Maximiliano compró los votos de cinco de los siete electores para su nieto, con dinero suministrado por los Fugger, y Carlos fue elegido por unanimidad.

Este acontecimiento marca el capítulo más influyente de la dinastía, otorgándole un lugar destacado en la historia europea del siglo XVI y haciéndola a su vez parte importante de la conquista de América”. Wikipedia.

Los banqueros acumularon principalmente riquezas gracias al enfrentamiento entre las potencias europeas. (Aprendieron que para ganar dinero se necesita una guerra, y por eso hoy buscan enemigos o los crean. Armaban a los dos bandos y se enriquecían). Para financiar las campañas del Imperio, los Emperadores recurrieron a los bancos. Al final, toda la riqueza de América y las arcas de las haciendas terminaron en manos de los banqueros, que se convirtieron en una élite económica con el paso del tiempo.

Llegaron a acumular tanto poder económico, que sentaron al Rey de Inglaterra y le dijeron -tú y yo somos iguales ante la Ley-, principio del cual nació la Common Law, y en la Revolución Francesa directamente lo guillotinaron, armaron a Napoleón y ya con él en el trono intentaron crear el Nuevo Orden Mundial.

En el Siglo XIX, en Estados Unidos, una serie de personas de origen humilde, hicieron fortuna. El caso paradigmático es Rockefeller. Estas familias operaban inicialmente de forma autónoma. Una se hizo con el control del petróleo, otra con el de los telégrafos, el acero, los ferrocarriles, etc. Todas ellas se reunieron y comenzaron a tener no sólo vínculos, sino que también entraron en contacto con los viejos banqueros europeos. Al reunirse observaron que podían tener un mayor beneficio si invertían en proyectos conjuntos, tanto a nivel nacional como internacional, siempre dentro del contexto creado por la Doctrina Monroe. Es decir, los beneficios de la industria del acero norteamericana, se podían invertir en comprar la agricultura mexicana, por ejemplo, excluyendo la intervención de cualquier potencia extranjera.

Estas familias, en su ascensión, se encontraron con un problema reflejado en las legislaciones tanto nacionales como internacionales que no eran favorables a sus intereses. A partir de entonces, comenzaron a extender sus tentáculos. Mientras colocaban a un sobrino de gobernador de un Estado para que modificara las leyes y hacer que pudieran negociar, invertir o producir, armaban milicias o daban un golpe de Estado en Sudamérica y ponían a un títere que gobernase para ellos. Pasado el tiempo, controlaron la política, los sectores estratégicos y el poder financiero. Planificaron a largo plazo, terminaron con los grandes imperios a través de las guerras mundiales y financiaron la Revolución del 17 en Rusia. A comienzos del siglo XX, la élite comenzó a actuar como un sujeto de pleno derecho en los asuntos de política internacional, con el fin de doblegar ésta a sus intereses. Los Rockefeller financiaron al ejército rojo de Trotsky y vendieron el combustible a Hitler durante la II Guerra Mundial.

Tras la II Guerra Mundial y la caída del Muro de Berlín, la élite se hace con el núcleo central de la Economía Mundial, los sectores vitales y los recursos minerales y naturales, disponiendo de todo el campo abierto a su disposición. Aproximadamente unas quinientas multinacionales controlan toda la Economía y acaban de iniciar la minería y el entramado empresarial espacial. No tienen patria, y únicamente atienden a sus intereses económicos.

Ahora, que es a donde hemos llegado, la superestructura de poder que surge de la unión entre los viejos banqueros europeos y los magnates del S. XIX norteamericanos, está implantando su propia agenda, el Nuevo Orden Mundial, bajo la dirección de una clase política meramente instrumental. Se trata de crear un gobierno único, desmantelar el Capitalismo, instaurar un nuevo sistema financiero cuántico, hacer desaparecer el dinero físico para reemplazarlo por las criptodivisas, establecer una religión única basada en el ecologismo y la sustentabilidad del planeta, reducir la población, abolir la propiedad privada, establecer el control de los grandes medios de comunicación, destruir la familia, desmantelar los Estados nacionales, controlar la educación, implantar la ideología de género, etc.

El devenir político moderno en España arranca bajo el reinado de Isabel II, sin menospreciar el reinado de los Austrias menores y los primeros Borbones. Arrastrando los problemas surgidos bajo la Guerra de los Treinta Años con la sublevación de Cataluña, en la guerra de los Segadores durante el reinado de Felipe IV, los problemas sucesorios de Carlos II y la repetición del problema de la sucesión dinástica con la muerte de Fernando VII, la guerra sacudirá a la Península Ibérica enfrentando al bando tradicionalista frente a los defensores liberales de Isabel I. En el campo de batalla no se dirimió sólo la contienda por la sucesión al trono entre la futura reina y Carlos María Isidro de Borbón, hermano de Fernando VII, sino entre cosmovisiones radicalmente antagónicas de la concepción de la realidad, ya fuera esta política, económica, social, ideológica o religiosa. Si por un lado se enfrentaron los dos bandos mencionados, el liberalismo en sí mismo considerado sufrió una división no menos importante, entre el conservadurismo y el progresismo, con un perfil al final de éste de tinte más radical, que cimentaría las futuras fracturas del espectro político que llevarían al desenlace de los fracasos republicanos y que desembocarían en la contienda civil de inicios del siglo XX.

El triunfo a la postre del liberalismo, con la instauración en la Transición del Régimen del 78, en su reconciliación conservadora y progresista tradicional, antes de la aparición de los nuevos partidos de corte más radical, gestaron la aparición de una clase política sin poder económico, basculante bajo la batuta del cada vez más poderoso entramado empresarial nacional, que no deja de ser una ramificación de las grandes corporaciones que dominan la Economía mundial. La presencia de las fuerzas tradicionales, carentes de una masa crítica social como instrumento de apoyo, constituyen el reflejo de un pasado aparentemente extinto, que se conserva tan sólo en el espíritu de un porcentaje de la población, carente del poder necesario para modificar el statu quo.

El sometimiento de la clase política liberal española a los intereses económicos de los grandes grupos empresariales, sin alternativa cierta, conlleva la supeditación de aquella al desarrollo de la agenda impuesta por estos últimos, a la postre de navegar por las turbulentas aguas fruto del cambio de paradigma económico mundial que vive la Economía con el fin del Capitalismo, unido a la reordenación por el poder hegemónico de las grandes superpotencias como son Estados Unidos, Rusia y China, y sin menospreciar los efectos de la última revolución tecnológica.

Agua

 

   El mundo se asoma a una guerra total, frenada probablemente por el todavía no plenamente desarrollado incipiente impulso bélico chino, los cincuenta millones de muertos durante la última contienda como factor psicológico y el condicionante de la amenaza nuclear. Es posible que se retarde, pero no evite un nuevo enfrentamiento global, que se traduciría en nuestro territorio en otra guerra civil.

  De entre las múltiples causas, podríamos señalar como relevantes los factores geoeconómicos y geoestratégicos subyacentes, el consiguiente control de los recursos energéticos y estratégicos de primer orden, el dominio de las principales vías comerciales y, aunque sea de menor conocimiento, el agua, que ya es objeto de privatización, y por la que se disputarán las guerras del futuro, según señalan importantes analistas internacionales.

  Careciendo de cualquier política energética y de recursos hídricos, nos enfrentamos a un escenario de completa dependencia. Nuestro país, cuenta con los medios naturales para abastecerse de energía y lograr una cierta y necesaria neutralidad del exterior, al tiempo que una localización geoestratégica, sin embargo, compramos fuera lo que podríamos obtener con recursos propios.

jueves, 14 de marzo de 2024

Burguesía


   El final de la I Guerra Mundial, supuso la desaparición de los imperios al uso que materializaban la organización sobre el terreno de un orden perfectamente establecido, para dar paso a nuevos conceptos de naturaleza estatal, económica y política, como podía ser el despegue de los Estados Unidos, como gran potencia incipiente llamada a convertirse en el gran hegemón tras la siguiente conflagración de corte mundial, o el nacimiento de los totalitarismos en suelo europeo.

   Tras la nueva disyuntiva que supuso el nacimiento de nuevos estamentos sociales, abandonada la ya tradicional suerte de organización del antiguo régimen, conceptos como el proletariado, la burguesía, la clase industrial o el poder financiero, se asentaron en el ideario y se entremezclaron en un cóctel bajo el prisma atento de una élite social y económica que consideraba rentabilizar el cociente de dividir tales factores en provecho de su poder e influencia sobre una nueva dimensión, la masa social. El foco de atención del poder de dominio se centraba, bajo cualquier parámetro político de reciente creación, en controlar a la opinión pública, ya nacida en el espectro de la era napoleónica, y tener bajo buen recaudo de óptima sintonía a la burguesía.

   Así las cosas y, tras la total conversión de esa élite en el antagonismo explícito de cualquier expresión democrática, habida cuenta de su explosión unísona de poder económico omnímodo, la burguesía sobrante y el círculo necesario de la gran dimensión de masa social considerada, es ahora objeto de despojo y desatención de sus derechos y necesidades más básicas, al no existir contrapeso alguno en el balance de poderes y como consecuencia de la desamortización de cualquier ente de naturaleza estatal.

  Hay quien piensa, o quiere ver que el mundo multipolar naciente, es el eje de coordenadas de tal equilibrio de vectores contrapuestos, olvidando que tal espejismo es meramente una ilusión del nuevo orden a la hora de llevar a cabo el reparto entre los sujetos activos de la geopolítica de aquellos resortes que los elementos geoeconómicos traen consigo, o que las necesidades de los avances tecnológicos conllevan, sin alterar el orden de propiedad de tales recursos.  

domingo, 10 de marzo de 2024

Neopaganismo

 

“También los primeros cristianos sabían muy bien que el mundo estaba gobernado por demonios, y que quien se dedica a la política, es decir, con el poder y la violencia como medio, entra en un pacto con poderes diabólicos, y que por sus acciones no es cierto que sólo el bien pueda provenir del bien y sólo el mal del mal, pero a menudo sea todo lo contrario. Cualquiera que no vea esto es, de hecho, un niño en la política”. El Manifiesto Nacional Bolchevique. Karl Otto Paetel.

Hobbes describió el estado de naturaleza como el estadio previo a la civilización. Un estado de naturaleza salvaje, en el que la ley del más fuerte imperaba sobre cualquier otro principio.

Si atendemos a los pueblos de la antigüedad, encontramos en ellos una sociedad fuertemente estratificada, en cuya base estaban quienes no tenían nada, frente al dominio de una auténtica minoría social. En todas las culturas antiguas existía una materialización de deidades y, en algún extraño caso como el referido a Akhenatón, tan solo una, generalmente vinculada con la iluminación y plasmada bajo la simbología solar, en contraposición a entidades de corte oscuro, como la serpiente, a las que se ofrendaba en no pocas ocasiones con el sacrificio humano.

Fue Kierkegaard quien diferenció entre una fase estética, ética o teológica. El eslabón más bajo de la condición humana, según el filósofo, no es sino la existencia de lo inmediato o lo puramente instintivo, en contraposición al estadio superior como es el teológico.

Si atendemos a los pueblos que conformaron la humanidad en su periodo anterior al nacimiento de la civilización, encontramos a aquellos en su vertiente de connatural simbiosis con el estado de convivencia con la naturaleza en su estricto sentido físico, al margen de una fase puramente estética y con tintes de una incipiente manifestación de comprensión metafísica, rota por el progreso que sumió a la estirpe humana en el devenir del poder, el dominio y la violencia como manifestación de su ejercicio.

Fue el cristianismo el encargado de romper aquella dirección y situar en el centro teológico, alejado de la estética, una clara ruptura con el estado de naturaleza salvaje, cuyo efecto supuso la elevación de cualquier miembro de la sociedad a la condición propia de la dignidad humana, desvinculada de la adoración de sus ídolos, y convertida en su conjunto en la manifestación de la expresión de la doctrina social como elemento esencialmente civilizador.

sábado, 27 de enero de 2024

Pilares

 

  Tres son, o deberían ser, los pilares estratégicos en el salto, en el caso de España, que harían converger a la nación hacia la consecución de un Estado plenamente desarrollado. Sin tales principios motores del resto de la arquitectura del país, no es posible, bajo ningún concepto, salvaguardar el resguardo frente al dictado de un rumbo a la deriva y sin capacidad de sortear el privilegio de los intereses de unos pocos que, al margen de la mayoría, viven bajo la batuta del incremento de su propio beneficio material y una cuota de poder cada vez de carácter más absoluto.

  En primer lugar, es del todo necesario alcanzar una separación de poderes dentro del Estado, como garante de la seguridad jurídica, que principie el correcto árbitro del funcionamiento de la actividad económica. En segundo término, es absolutamente necesario llevar a cabo la sempiterna reforma de la ley electoral, la fórmula D'Hondt, que abre la puerta de la gobernabilidad de España al separatismo y, en último término, se hace urgente lograr la evolución y transformación de la Administración pública hacia su entera profesionalización, al margen de cualquier intervención o vinculación de carácter político.

martes, 16 de enero de 2024

Tercera vía

 En términos generales, la izquierda liberal en el poder no es, sino el brazo ejecutor de la agenda diseñada por el capitalismo, ordenada a nivel de proyección global. Pudiera parecer, en un primer análisis, tal fenómeno el resultado manifiesto de una contradicción, resuelta a tenor del origen y verdadera naturaleza del propio nacimiento de tal corriente política. Así las cosas y, frente a la atomización impuesta que sufre la realidad social, sólo la unión de los resquicios de una izquierda nacional con los efectos consustanciales de las fuerzas volcadas en el conservadurismo político de la tradición, pueden hacer un denominador común en contraposición al disgregador orden mundial, conforme a una tercera vía, tantas veces frustrada, y servir, a modo de dique de contención y oposición, a las tesis propuestas por el marxismo, hoy en su vertiente maximalista en el terreno cultural, la praxis de la abolición de la propiedad privada, el control social, la injerencia en la esfera privada de la persona y el proceso de disolución de los estados.

viernes, 8 de diciembre de 2023

Apolo XIII


“El Apolo XIII inicia su viaje a la Luna en abril de 1970. Cuando está a punto de llegar a su destino, se produce una explosión en el espacio que les hace perder oxígeno y, además, cambia el rumbo de la nave. La situación de los tripulantes se hace desesperada cuando el oxígeno empieza a agotarse. Mientras tanto, el mundo entero vive pendiente del desenlace de tan angustiosa aventura”. Filmaffinity.   

Wall Street, La gran apuesta, Erin Brockovich o Marea roja, son películas utilizadas en las escuelas de negocios para formar a los alumnos en los diferentes ámbitos concernientes al mundo empresarial. Ejemplos de cómo lidiar con egos encontrados, llegar a acuerdos, saber afrontar crisis o el propio entramado que representa el sistema de relaciones personales, encuentran su ejemplificación práctica en las diferentes secuencias fílmicas que, a modo de ejemplo, servirán a profesores y estudiantes para cursar dinámicas de grupo o realizar ejercicios individuales. Si por algo se caracteriza Apolo XIII es por ser una puesta en escena aparentemente ajena al mundo de la empresa, y, sin embargo, y dejando el cine de catástrofes a un lado, la concatenación de errores mostrados en todo momento a lo largo del desarrollo argumental, demuestra cómo un equipo tiene que ir resolviendo progresivamente los innumerables contratiempos, problemas y amenazas de toda índole, a veces con tiempo suficientes para adelantar soluciones o, en otras ocasiones, teniendo que resolver problemas contra reloj, hasta lograr la culminación del éxito.