“La teoría del comunismo se puede reducir a una oración: abolir toda propiedad privada”. Karl Marx.
Si bien podría ser perfectamente ésta y no otra la frase
eslogan de la Agenda 2030, se ha sustituido la originaria por el “no tendrás
nada y serás feliz”. Es curioso, y nada casual al mismo tiempo, que el concepto
de felicidad no esté asociado a ninguna otra cosa que al mero hecho de poseer,
por acción u omisión, físicamente algo, esto es, al materialismo puro. En el
mundo actual, que valora la tenencia por encima de la esencia del ser, se armoniza en contrario y elementalmente el consumo, el ocio sujeto a dicha práctica desmedida
y la pretendida forma de subordinar el vacío interior, que provoca la ausencia
de toda espiritualidad auténtica, a una especie de sublimación ansiolítica como
respuesta refleja. Todo ello, bajo el imperativo de diferentes pretextos, meramente
espurios, alejados de cualquier otra razón que no sea la propia querencia y
deseo del individuo aislado, que se comporta en lo social como espejo y no como
actor, atraído por el miedo a ser excluido de un mundo que aborrece y lo atrapa
al mismo tiempo, como un auténtico agujero negro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario