La voluntad es la
facultad humana consistente en querer o no querer algo, tras un proceso, fruto
posterior a su verdadero conocimiento y ejercido desde la propia libertad
individual, cuyo tributo primero, por tanto, no es otro que la propia libertad
misma. Para Platón, la voluntad consiste en querer el bien, mientras que dicha
elección, según Aristóteles, tiene necesariamente que conducir a la felicidad. Por
otra parte, la voluntad divina es el atributo ejercido por Dios, cuya
providencia determina el ejercicio de los acontecimientos habidos en el orden
natural y, por tanto, sustraídos a la voluntad humana. En el plano del
acontecer social, como expansión y superación del orden individual, la voluntad
del pueblo se erige como el fundamento legitimador de las leyes y, éstas
últimas en términos de Leibniz, deben ser las responsables de la conducción
humana hacia su propia libertad, por lo que la voluntad, la libertad y la ley
natural, aprehendidas por la razón, son el fundamento último de la felicidad
humana.
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