Si bien en el Siglo XVII comienza la llamada revolución científica, el Siglo de Oro de la Ciencia se situaría en los albores del Siglo XX. Los diferentes campos de estudio, experimentaron un sobresaliente desarrollo que desembocarían en la Revolución Industrial de finales del Siglo XIX. La transformación de la ciencia antigua en la moderna, conllevó un cambio de visión o transformación antropológica, cuya base situaba el progreso en la razón.
Sin embargo, frente al actual endiosamiento científico y tecnológico, como vía principal de conocimiento y diseño de la realidad, los padres del mayor avance científico de la humanidad, cayeron pronto en la cuenta de la limitación intrínseca que el propio lenguaje matemático o físico porta implícito para interpretar la naturaleza de las cosas. Fue Wittgenstein, en su obra Tractatus Logico-Philosophicus, quién afirmó que los límites del lenguaje, son los límites del pensamiento. El Principio de indeterminación de Heisenberg, desmonta por completo la solidez científica, en un universo en el que tan sólo es posible hallar la probabilidad de la posición exacta de un electrón, devolviendo el camino de la verdad a la concepción tomista de la perfección humana no desvinculada de una esfera moral.
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