Dentro del ámbito de la geopolítica, la Doctrina
Wolfowitz sostiene la base argumental de la necesidad de Estados Unidos de
evitar la rivalidad de cualquier otra potencia que pueda hacer sombra a su versión
hegemónica; doctrina nacida cuando el país americano resultaba ser la única
superpotencia tras la caída del Muro de Berlín. Desde entonces y, aunque se
avecinaba el pronosticado ascenso de China, nadie podía suponer que iba a
irrumpir Rusia de la mano del gigante asiático como un actor de primer orden en
la escena internacional, derivando ambas en dos grandes potencias que ponen en
tela de juicio el orden unipolar.
Desde ese momento, el mundo se ha convertido en un
escenario de conflictos bajo la óptica de la energía, los recursos naturales, la
geopolítica y la geoeconomía en definitiva.
Así, y dentro del marcado carácter mediático, pueden ser
lugares comunes Irak o Siria, y ahora Ucrania, aunque existen otros escenarios
no por ello secundarios, como el conflicto en la región del mar de China
meridional, o el propio Yemen, sumido en una cruenta guerra por el gas y el
petróleo.
El enfrentamiento abierto entre los dos grandes bloques
que suponen Estados Unidos por un lado, y Rusia y China por otro, es ya la realidad
de una guerra económica y energética, llevada al extremo del terreno militar y
del teatro de operaciones. Si bien, no se producirá una escalada rápida de la
guerra a corto plazo, sí se extenderá progresivamente durante las próximas
décadas, posiblemente en territorio europeo, provocando finalmente el posible
estallido de una guerra total.
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