martes, 26 de abril de 2022

Teodicea

Después de declarar la rigurosa falsedad del alma universal, de las doctrinas de Hermes y Zoroastro, el padre del cálculo diferencial e integral y el lenguaje que hoy usan las computadoras, relegó a la carencia total de fundamento a la astrología. Leibniz, matemático, jurista y filósofo, elaboró la armonía preestablecida, estableciendo una predeterminación permisiva de la espontaneidad, al reconocer que es posible el cambio y la libre creatividad y admitiendo que Dios permite el mal, hay más bien que mal, dice, existiendo éste tan sólo de forma puntual y limitada, “el hombre es el origen de sus males”, al tiempo que extrae bienes de aquel. Concibe el filósofo el poder como medida del Derecho, y lo justo como aquello que agrada al poderoso, por lo que una ley debe desarrollar el hecho de tener que liberar a sus súbditos de la opresión. Creyente en la continuidad de la vida tras la muerte, sentenció que lo que una vez comienza a existir, no puede cesar por las fuerzas de la naturaleza. El demonio, describe, otorga grandes bienes para de nuevo privar su presencia, con un mal mucho más grave. Reconoce la existencia de un estado semejante a la ataraxia; al describir como un personaje estaba tan cautivo de su estado, que no quería cambiarlo por el de un joven, por rico que fuera, si permanecía éste en la ignorancia. Entre los más tristes y diversos accidentes y los dolores más insoportables puede el hombre mantenerse contento, establecía, con tal que sepa hacer uso de su razón. Finalmente, dentro del optimismo metafísico que lo caracteriza, redactaba que cuanto más nos aproximamos a Dios, la libertad es más perfecta y cómo, con el tiempo, el género humano podrá alcanzar una perfección mayor que la que puede disfrutar en el presente.

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