“Fernando Robles es porteño, ya ha cumplido los sesenta y es profesor de literatura en la universidad. Enseña a enseñar. Lleva toda la vida casado con Liliana Rovira, española, que trabaja como asistente social en barrios marginales de Buenos Aires. Se quieren, se respetan, son leales. Nunca se aburren estando juntos, les gusta estar solos. Se conocen profundamente, se aceptan, se pelean sin odio, se divierten. Son amantes, socios, amigos, cómplices. Ninguno de ellos concibe la vida sin el otro. Tienen un hijo, Pedro, casado y con dos hijos, que tiene un buen trabajo en Madrid, donde vive en una urbanización de clase media acomodada. Ambos sobrellevan con esfuerzo y resignación las ausencias, las privaciones, la incertidumbre del futuro, la falta de proyectos, la desesperanza. Pero el mundo plácido y reflexivo de Fernando se ve profundamente alterado cuando recibe sin previo aviso la comunicación oficial en la que le informan de su jubilación forzosa, un hecho que va a cambiarle la vida”. Filmaffinity.
Al
margen de cualquier apreciación ideológica de una película enclavada en el
realismo de una crisis definitiva en lo económico y social, bajo el paraguas de
la ausencia de todo Estado o, si se prefiere, de la presencia del Estado
corrupto y ajeno a las reclamaciones sociales, el tinte de romanticismo impregnado
en la apariencia de su opuesto, el racionalismo ilustrado, convierte la ardua
tarea de la pretensión de ser escritor en un viaje iniciático a través del
curso del papel impreso con los primeros rasgos de lo que puede convertirse en
una novela, que da curso a los mejores diálogos y momentos del relato cinematográfico.
El abandono de la ciudad, y la conversión del mundo rural en el subterfugio del
naufragio que da paso a una nueva vida, quizá mejor, culminan el renacer del modus
operandi de un estilo de ser incólume a las circunstancias.
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