El mundo se asoma
a una guerra total, frenada probablemente por el todavía no plenamente
desarrollado incipiente impulso bélico chino, los cincuenta millones de muertos
durante la última contienda como factor psicológico y el condicionante de la amenaza nuclear. Es posible que se
retarde, pero no evite un nuevo enfrentamiento global, que se traduciría en
nuestro territorio en otra guerra civil.
De entre las múltiples causas,
podríamos señalar como relevantes los factores geoeconómicos y geoestratégicos
subyacentes, el consiguiente control de los recursos energéticos y estratégicos
de primer orden, el dominio de las principales vías comerciales y, aunque sea
de menor conocimiento, el agua, que ya es objeto de privatización, y por la que
se disputarán las guerras del futuro, según señalan importantes analistas
internacionales.
Careciendo de cualquier política
energética y de recursos hídricos, nos enfrentamos a un escenario de completa
dependencia. Nuestro país, cuenta con los medios naturales para abastecerse de
energía y lograr una cierta y necesaria neutralidad del exterior, al tiempo que
una localización geoestratégica, sin embargo, compramos fuera lo que podríamos
obtener con recursos propios.
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