La eliminación de las fronteras
económicas entre los diferentes países de la Unión Europea, conllevó la
consecución de una unión económica y monetaria cuyo impacto sobre los estados
se tradujo en una integración en los mercados de capitales, la expansión del
comercio y la inversión o los aumentos de competitividad, todo ello bajo el
paraguas de una disminución de la inflación y otros criterios de convergencia
establecidos en Maastricht, a
pesar de la disparidad existente entre la economía real de los países de una
velocidad y otra dentro del contexto comunitario. Para ello, se contaba con la
recepción de fondos estructurales y la inversión de bienes y servicios
destinados a converger la diferencia entre países ricos y menos dotados en
recursos. Sin embargo, el efecto que la unión económica y monetaria trajo
consigo a nivel nacional, como es el caso de España, fue la pérdida de la
soberanía monetaria y la incapacidad, por ejemplo, de devaluar su propia moneda
con el fin de poder abordar problemas internos en un área monetaria y económica
como es la eurozona. El motivo principal no era otro que el resguardo de la
disciplina debida al Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el
Banco Central Europeo.
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