El hecho de
que Steve Bannon haya asesorado a partidos políticos como el PP o Vox, o la
circunstancia de que George Soros haya hecho lo mismo con partidos como el PSOE,
Ciudadanos o Podemos, no tendría que llamar lo más mínimo la atención, habida
cuenta de la necesidad de los partidos de contar con personas que los ayuden en
su propósito de hacerse con el poder y gobernar una nación. Pero si decimos que
George Soros trabaja para la banca Rothschild, o que Steve Bannon para los
banqueros de Goldman Sachs, y que todos ellos pertenecen a determinados
círculos de poder, la cosa cambia, y lo hace no porque los políticos reciban
asesoramiento, sino porque están supeditados al poder financiero y, además,
porque tal poder se sirve en última instancia de su influencia, no sólo sobre
los partidos políticos, sino sobre el poder mediático. Por tanto, la
partitocracia no es el resultado del libre juego del parlamentarismo liberal,
como representante de la voluntad popular ejercida y manifestada en las urnas,
sino la condena de la soberanía popular a no tener otra opción que votar a los
partidos del sistema, mediante un régimen partitocrático que ofrece como producto
final de marketing las diferentes ofertas electorales, aunque siempre con pretensiones
de reducir la fórmula magistral al bipartidismo. Para combatir en su día la
corrupción del PP, el sistema ofreció Ciudadanos como la marca limpia a quien poder
votar y, para combatir los extremos de la ciudadanía, a la izquierda del
también corrupto PSOE el sistema fabricó Podemos, y a la derecha del PP hizo lo
propio con Vox, ambos, Vox y Podemos, como resultante de la disidencia
controlada para mantener al electorado bajo el control de las urnas. Vox, Ciudadanos
o Podemos, son partidos diseñados para ser dinamitados y reconducir al
bipartidismo a los ciudadanos, devolviéndolos al llamado juego democrático, la
alternancia en el poder de PP y PSOE, cuyas distancias ideológicas se limitan a
matices en el ejercicio y ejecución de la implantación de la misma agenda
compartida, no por sus programas electorales, sino por la ordenación de sus
mentores.
domingo, 3 de agosto de 2025
Partitocracia
viernes, 1 de agosto de 2025
Ciudades de quince minutos
“La confianza es buena; el control es mejor”, Lenin.
No es casualidad que una
de las primeras ciudades donde se ha experimentado por primera vez la
implantación de las ciudades de quince minutos, haya sido precisamente la
ciudad de Oxford. La población residente en la localidad británica no reaccionó
precisamente de forma abrumadoramente satisfactoria, sino bajo la forma de
protestas y manifestaciones contra la agenda de la autoridad local, que no es
otra que la implantación de la Agenda 2030.
El establecimiento de
zonas de bajas emisiones en las grandes ciudades, el cobro diario de una
cantidad de dinero por circular con un vehículo por el interior de ciertas
localidades, la prohibición de conducir por ellas con vehículos ocupados por menos
de dos personas o el establecimiento del peaje obligatorio en las autovías, determina
la voluntad de limitar el derecho a circular libremente. Una ciudad de quine
minutos, o también descrita como cronourbanismo, es un modelo urbano establecido
para cercar el radio de acción de los ciudadanos y su posibilidad de acceder a
los servicios esenciales como el trabajo, el hospital, los colegios o los
supermercados.
España
“España, evangelizadora de la mitad del orbe; España, martillo de herejes, luz de Trento, espada de Roma, cuna de San Ignacio, esa es nuestra grandeza y nuestra unidad… no tenemos otra”. Menéndez Pelayo.
“El liberalismo y el
parlamentarismo producen en todas partes los mismos efectos: ese sistema ha
venido al mundo para castigo del mundo: él acabará con todo, con el
patriotismo, con la inteligencia, con la moralidad, con la honra. Es el mal, el
mal puro, el mal esencial y substancial. Eso es el parlamentarismo y el liberalismo.
Una de dos: o hay quien dé al traste con ese sistema, o ese sistema dará al
traste con la nación española, como con toda Europa”. Donoso Cortés.
Borgen
“Serie sobre política que narra el ascenso de Birgitte Nyborg al puesto de Primera Ministra de Dinamarca, y de la influencia del poder en su vida profesional y personal. Borgen es el nombre común con el que se conoce el castillo de Christiansborg, donde se encuentran los tres poderes del estado danés: el Parlamento, la oficina del Primer Ministro y la Corte Suprema”. Filmaffinity.
Bottomore estableció la
distinción entre la existencia de una clase de corte capitalista, cuyo
propósito no era otro que el de perpetuar su propia dominación, en atención a
la defensa de sus propios intereses contrapuestos al del resto de clases. Esa
clase dominante, cabe ser diferenciada, según el autor, de la élite gobernante,
entendida como una minoría que gobierna efectivamente a la masa social. Así, la
élite gobernante y las contraélites serían lo que se llama clase política. Norberto
Bobbio hablaba, en relación directa a la referencia de esa clase dominante,
como los poderes fácticos, cuya determinación en términos de influencia, no
sólo condiciona, sino que acciona de manera directa la intervención de su principio
de acción sobre la clase política y los medios de comunicación.