“La confianza es buena; el control es mejor”, Lenin.
No es casualidad que una
de las primeras ciudades donde se ha experimentado por primera vez la
implantación de las ciudades de quince minutos, haya sido precisamente la
ciudad de Oxford. La población residente en la localidad británica no reaccionó
precisamente de forma abrumadoramente satisfactoria, sino bajo la forma de
protestas y manifestaciones contra la agenda de la autoridad local, que no es
otra que la implantación de la Agenda 2030.
El establecimiento de
zonas de bajas emisiones en las grandes ciudades, el cobro diario de una
cantidad de dinero por circular con un vehículo por el interior de ciertas
localidades, la prohibición de conducir por ellas con vehículos ocupados por menos
de dos personas o el establecimiento del peaje obligatorio en las autovías, determina
la voluntad de limitar el derecho a circular libremente. Una ciudad de quine
minutos, o también descrita como cronourbanismo, es un modelo urbano establecido
para cercar el radio de acción de los ciudadanos y su posibilidad de acceder a
los servicios esenciales como el trabajo, el hospital, los colegios o los
supermercados.
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