Calderón, uno de los más grandes exponentes de la
literatura universal, describió la realidad como un teatro, una gran mentira.
A día de hoy, con las variantes posibles, cabe hacer un
reduccionismo de todos los sistemas políticos posibles, a tres opciones.
Capitalismo, islamismo y comunismo. El capitalismo podrá ser más o menos
liberal, conformando una economía de mercado apuntando, en mayor o menor ángulo
a lo social, la socialdemocracia. El sistema islámico contemporáneo se da
genuinamente en Irán. Fue fundado por Jomeini, como sistema propio, alejado de
los bloques que conforman el mundo. Finalmente tenemos el comunismo. Después de
cien años, el sistema económico marxista se ha comprobado que es inviable,
porque es un fracaso. Antes de la caída inminente del muro de Berlín, en la
todavía URSS, era imposible comprar bienes de primera necesidad, como una
jeringuilla en una farmacia de Moscú. Hay que recordar el movimiento obrero
polaco “Solidarnosc”, contra el régimen comunista. Fueron los obreros los que
se levantaron contra un régimen; cuyo politburó en la URSS, vivía en barrios
residenciales.
China, comunista, ha dejado de lado el marxismo en su
vertiente económica, para abrazar el capitalismo salvaje que aplica en su
política. En China encontramos a trabajadores esclavizados, muchos de los
cuales mueren debido a las condiciones laborales bajo las que trabajan.
La humanidad, debería superar ambos modelos imperfectos;
el liberalismo y el comunismo, para avanzar en una nueva dirección. Pero lejos
de hacerlo, se ha enquistado en los viejos dogmas del pasado, obsoletos e
inviables, para entablar una nueva confrontación de orden mundial, debido a las
necesidades, geoestratégicas, energéticas, comerciales o relativas a los
recursos naturales y materias primas de las primeras potencias, dividiendo el
tablero entre globalistas y nacionalistas.
La nacionalización o privatización, no son garantes de
una eficiencia de gestión. Un país completamente nacionalizado, puede
conducirse a la quiebra, como hizo la URSS en su día, mientras que un país
totalmente abandonado al mercado, conduce al medievo y a la tiranía.
Lo importante es la gestión de recursos y la mayor
eficiencia en su reparto para el conjunto de la sociedad; al margen de
cualquier ideario.
La libertad dejada al individuo para que desarrolle sus
capacidades, cree riqueza conforme a su trabajo, y pueda sacar adelante a su
familia, es un principio que desarrolla un país; pero se destruye bajo el
comunismo o el liberalismo.
En el capitalismo, se vio una amenaza para el sistema; el
compuesto por la agrupación de grandes empresas de interés económico. Se
intentó luchar contra ellas, porque rompían el derecho a la libre competencia.
Fueron las leyes Sherman y Clayton antitrust, las que intentaron acabar con el
tumor. El esfuerzo de tal lucha quedó en derrota, primando, por encima de
cualquier otro sector, una élite económica compuesta por las principales
familias de banqueros, el complejo industrial-militar, el sector farmacéutico, etc. Tal amenaza fue denunciada
en su discurso de despedida por el presidente Eisenhower.
Las grandes agrupaciones de interés económico, unidas a
la clase política, han dado el tráfico de influencias, los grandes escándalos
de corrupción y prevaricación, así como la mayor concentración de poder que el
mundo ha conocido nunca.
En los padres del liberalismo económico, como Adam Smith,
está presente el valor moral; como manifiesta su obra “The Theory of Moral
Sentiments”, orden ético que ha saltado por los aires y desaparecido con la
concepción actual y práctica de la Economía.
Partiendo de la libertad como principio rector de la
sociedad, el Estado está llamado a corregir los desajustes sociales, intervenir
lo menos posible y servir de árbitro moderador del mercado; pero nunca debe
imponer por la fuerza el igualitarismo, objetivo social que se ha propuesto
alcanzar, porque éste es la peor dictadura posible.
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