sábado, 1 de agosto de 2020

El gran teatro del mundo

   Calderón, uno de los más grandes exponentes de la literatura universal, describió la realidad como un teatro, una gran mentira.
   A día de hoy, con las variantes posibles, cabe hacer un reduccionismo de todos los sistemas políticos posibles, a tres opciones. Capitalismo, islamismo y comunismo. El capitalismo podrá ser más o menos liberal, conformando una economía de mercado apuntando, en mayor o menor ángulo a lo social, la socialdemocracia. El sistema islámico contemporáneo se da genuinamente en Irán. Fue fundado por Jomeini, como sistema propio, alejado de los bloques que conforman el mundo. Finalmente tenemos el comunismo. Después de cien años, el sistema económico marxista se ha comprobado que es inviable, porque es un fracaso. Antes de la caída inminente del muro de Berlín, en la todavía URSS, era imposible comprar bienes de primera necesidad, como una jeringuilla en una farmacia de Moscú. Hay que recordar el movimiento obrero polaco “Solidarnosc”, contra el régimen comunista. Fueron los obreros los que se levantaron contra un régimen; cuyo politburó en la URSS, vivía en barrios residenciales.
   China, comunista, ha dejado de lado el marxismo en su vertiente económica, para abrazar el capitalismo salvaje que aplica en su política. En China encontramos a trabajadores esclavizados, muchos de los cuales mueren debido a las condiciones laborales bajo las que trabajan.
   La humanidad, debería superar ambos modelos imperfectos; el liberalismo y el comunismo, para avanzar en una nueva dirección. Pero lejos de hacerlo, se ha enquistado en los viejos dogmas del pasado, obsoletos e inviables, para entablar una nueva confrontación de orden mundial, debido a las necesidades, geoestratégicas, energéticas, comerciales o relativas a los recursos naturales y materias primas de las primeras potencias, dividiendo el tablero entre globalistas y nacionalistas.
   La nacionalización o privatización, no son garantes de una eficiencia de gestión. Un país completamente nacionalizado, puede conducirse a la quiebra, como hizo la URSS en su día, mientras que un país totalmente abandonado al mercado, conduce al medievo y a la tiranía.
   Lo importante es la gestión de recursos y la mayor eficiencia en su reparto para el conjunto de la sociedad; al margen de cualquier ideario.
   La libertad dejada al individuo para que desarrolle sus capacidades, cree riqueza conforme a su trabajo, y pueda sacar adelante a su familia, es un principio que desarrolla un país; pero se destruye bajo el comunismo o el liberalismo.
   En el capitalismo, se vio una amenaza para el sistema; el compuesto por la agrupación de grandes empresas de interés económico. Se intentó luchar contra ellas, porque rompían el derecho a la libre competencia. Fueron las leyes Sherman y Clayton antitrust, las que intentaron acabar con el tumor. El esfuerzo de tal lucha quedó en derrota, primando, por encima de cualquier otro sector, una élite económica compuesta por las principales familias de banqueros, el complejo industrial-militar, el sector  farmacéutico, etc. Tal amenaza fue denunciada en su discurso de despedida por el presidente Eisenhower.
   Las grandes agrupaciones de interés económico, unidas a la clase política, han dado el tráfico de influencias, los grandes escándalos de corrupción y prevaricación, así como la mayor concentración de poder que el mundo ha conocido nunca.
   En los padres del liberalismo económico, como Adam Smith, está presente el valor moral; como manifiesta su obra “The Theory of Moral Sentiments”, orden ético que ha saltado por los aires y desaparecido con la concepción actual y práctica de la Economía.
   Partiendo de la libertad como principio rector de la sociedad, el Estado está llamado a corregir los desajustes sociales, intervenir lo menos posible y servir de árbitro moderador del mercado; pero nunca debe imponer por la fuerza el igualitarismo, objetivo social que se ha propuesto alcanzar, porque éste es la peor dictadura posible.

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