viernes, 7 de agosto de 2020

San Agustín

“La vida del hombre individual está dominada por una alternativa fundamental, vivir según la carne o vivir según el espíritu. La misma alternativa domina la historia de la humanidad. Esta está constituida por la lucha de dos ciudades o reinos; el reino de la carne y el reino del espíritu, la ciudad terrena, o ciudad del diablo, que es la sociedad de los impíos, y la ciudad celestial o ciudad de Dios, que es la comunidad de los justos. Ningún período de la historia, ninguna institución es dominada exclusivamente por una u otra de las dos ciudades. Dependen sólo de lo que cada individuo decide ser. El amor a sí mismo llevado hasta el desprecio de Dios, engendra la ciudad terrena; el amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí, engendra la ciudad celestial. Aquella aspira a la gloria del hombre; ésta por encima de todo, a la gloria de Dios. Los ciudadanos de la ciudad terrena están dominados por una necia ambición de dominio que los induce a subyugar a los demás; los ciudadanos de la ciudad celestial se ofrecen uno a otro con espíritu de caridad y respetan dócilmente los deberes de la disciplina social. Ninguna contraseña exterior distingue las dos ciudades. Sólo preguntándose a sí mismo podrá cada uno averiguar a cuál de las ciudades pertenece”. San Agustín.

   Si hay alguien que ha sintetizado de una forma mayestática la esencia misma de la vida y el destino de la propia humanidad, ha sido y sigue siendo San Agustín. Por más que pretenda el mundo esconderse detrás de todo tipo de subterfugios, llámense ideologías, pensamientos políticos, acciones de todo tipo o cualquier otra buena o mala intención, lo cierto es que las dos ciudades, dibujadas y representadas por la mente del genial pensador, continúan estando de actualidad y, por qué no, en pleno y eterno combate.

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