La obtención de datos
mediante sistemas tradicionales, como puedan ser las encuestas, no sólo suponen
un método lento y laborioso de extraer información, sino que además están
sujetos a un alto porcentaje de error. Mentir en una encuesta es algo
insalvable de impedir. Por el contrario, y a medida que el mundo tecnológico
permite realizar desde los actos más complejos a los sencillos y cotidianos
hábitos diarios, el registro de todo tipo de información basado en dicha práctica,
permite que millones de datos sean almacenados de manera indiscriminada. Nada, a
priori, parecería contrariar el hecho en sí de tal suceso, condicionado a la reserva
de datos. La cuestión cambia por completo, cuando a dicha base logarítmica aplicamos
modelos econométricos. Analizar la renta personal de la población en función de
los hábitos de consumo, permite afinar aún más una campaña publicitaria
exitosa, dirigida a un público determinado. La moda, las tendencias políticas, los
parámetros de ocio o destinos turísticos pueden ser y, de hecho son, variables
sujetas a ser conocidas y analizadas, y a convertirse en objeto de potencial manipulación
por parte de quien esté en posesión de dicho análisis y manejo de información,
ya sea para beneficio de las corporaciones o la inteligencia artificial puesta
al servicio de determinados centros de poder.
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