El mundo del deporte da ejemplos de superación personal, logros y éxitos meritorios y vidas exentas de caer en el olvido. Al margen del estricto ámbito deportivo hay, sin embargo, otras vidas que destacan dentro y fuera de la pista, y que llevan más allá de lo ordinario la capacidad de realización y, ese es, el caso mismo de un nombre propio, Anthony Ervin.
Un apenas adolescente se cuelga el oro olímpico, la tan ansiada meta soñada por muchos y conseguida sólo por los elegidos y, tras la consecución de otros títulos mundiales, el nadador Anthony Ervin se desmorona. Su declive lo llevó a pasar por la celda, el rock, las sustancias alucinógenas y un intento de quitarse de en medio, para regresar, años más tarde de haber caído en una vida errante, a los libros antes que al agua, a cultivar una vida espiritual, a los entrenamientos, a las calles de una piscina y a subirse de nuevo al podio para saborear la gloria.
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