viernes, 3 de marzo de 2023

The Economist

 

    La revista The Economist, no se caracteriza precisamente por sus análisis circunspectos de la realidad, sino por anticipar ésta última y, el hecho de que los dueños de la publicación sean miembros pertenecientes a la élite mundial, no dista de ser una paradójica coincidencia, o no, según se mire. El caso es que dicha antesala de lo que está por acontecer, o la mirada particular de lo que está ocurriendo, responde por lógica a una inteligencia ordenadora, o de lo contrario no podría acertar el medio en un tan alto margen de éxito en sus predicciones. En la reciente crisis sanitaria, una portada inquietante, en la que una mano extendida en el vacío sujetaba una cuerda que amarraba en su extremo a una persona ataviada con un bozal, que a su vez sujetaba la cuerda que al mismo tiempo se extendía de nuevo en dirección opuesta hacia la sujeción de un perro, en un verdadero símil comparativo entre el sujeto y  el animal, conduce a la reflexión de cómo es tratada la sociedad en estos momentos por el poder económico que la domina, y su visión del orden, la libertad y, sobre todo, de los principios de igualdad que fagotizan las políticas, los medios y los recursos, pero que en el fondo traslucen un bienintencionado propósito de atomizar a la sociedad, bajo un realismo que separa la igualdad de cualquier objetivo perseguible en su culminación por quien ostenta el poder real.

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