martes, 30 de abril de 2024

Estado


   Si algo ha caracterizado el denominador común de cualquier época, es la existencia de sujetos de primer orden en el terreno geopolítico, así haya sido la denominación de sus formas de gobierno, ya hablemos de imperios, monarquías o repúblicas. La forma externa de organización no ha vaciado de contenido o añadido ningún valor al hecho mismo de la ostentación del mencionado carácter hegemónico. La primacía del poder de cualquier potencia mundial, eso sí, se ha sustentado sobre la existencia de un Estado fuerte. Cuando dicha realidad se ha hecho presente, y el predominio del poder ha recaído sobre gobernantes centrados en el bien común, que han dejado hacer a mentes privilegiadas, delegando sobre sus espaldas la innovación y creación de nuevas realidades, la sociedad ha alcanzado su máximo nivel de desarrollo posible.

 Hoy, vivimos el desmontaje de ese principio sustentador de toda sociedad como es el Estado, arrebatado de la posibilidad de trabajar para la construcción y edificación de la sociedad. El poder real, que no es otro que el financiero como eje vertebrador del económico, encarnado en las grandes corporaciones, ha colonizado las instituciones públicas para hacerse servir de su influencia en beneficio de sus propios intereses. El resultado obvio, no es otro que el desabastecimiento de los servicios esenciales para atender las necesidades básicas de la ciudadanía y la división social de todo orden.


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