Paralelamente a
la distancia que media entre finales del Siglo XIX y comienzos del Siglo XXI,
coexisten similares características que pueden traducirse no en la debacle de
los viejos Imperios para dejar paso a la nueva URSS y el despegue de los
EE.UU., sino en el fin de ciclo del segundo, enfrentado por la hegemonía
mundial frente a la recompuesta Rusia como compañera de viaje de China, en un
auténtico choque de trenes en la Historia.
El principal
problema que plantea el salto en el tiempo, es el adelanto tecnológico que
propicia la imposible imparcialidad en el tablero de juego y, hace difícil,
alcanzar otra alianza que no sea el alineamiento con los principales actores, bien
sea de un lado o de otro.
La cuestión de
fondo del nuevo escenario internacional, determina la problemática de cómo
afrontar la situación bajo el prisma de quienes interpretan una posición de
segundo orden, frente a quienes ostentan un prioritario papel principal.
La cuestión
segura es que se vislumbran ya las nubes de la tormenta, que se ciernen sobre
el horizonte de las próximas décadas, bajo el anticipo de una guerra económica
y no conforme a la descripción de quienes las han calificado como “silent
weapons for quiet wars”; esto es, armas silenciosas para guerras tranquilas, y
como preludio de una todavía no cercana pero posible devastadora guerra total,
de dimensión planetaria y de proporciones impredecibles.
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