lunes, 8 de abril de 2019

El señor de las moscas


   William Golding escribió un clásico de la literatura, llevado al cine en repetidas ocasiones. La trama se centra, extrapolando el argumento, en el nacimiento de una sociedad libre de condicionamientos sociales que inaugura un grupo de náufragos llegados a una isla.
   El llamado ‘experimento de la cárcel de Stanford’, puso de manifiesto la capacidad humana para ejercer el dominio y poder sobre el resto de sus congéneres. El estudio en tiempo real, tuvo que ser inmediatamente suspendido debido a la brutalidad que ejercían los guardianes sobre los voluntarios presos.
   El poder simbolizado en la caracola encontrada por azar, se ejerce en la asamblea que establece las reglas sociales. Pronto, el grupo queda dividido y abandonado a la lucha por el poder o dominación, con el resultado del surgimiento de la violencia y las primeras víctimas mortales fruto de su ejercicio.
   La bondad y el desequilibrio social, se centran en una argumentación sobre la verdadera naturaleza humana.
   En la obra de Tolkien, encontramos la misma dualidad que recorre la literatura a lo largo del tiempo. Las líneas de universo que atraviesan desde ‘El Quijote’ a ‘Oliver Twist’, se reflejan de forma continua; el camino de los instintos o el absoluto moral.
   El anillo simboliza la fuente de poder capaz de dominar el resto de fuerzas. Puede verse como una alegoría del poder en sí mismo considerado. Sólo su destrucción, puede devolver el equilibrio a un universo literario envuelto bajo el dominio de las sombras.
   El futuro de la sociedad, y por qué no de la civilización, se fundamenta en el abandono del ejercicio o la búsqueda de la dominación.


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