El mundo se asoma a una guerra total,
frenada probablemente por el incipiente, pero todavía recién nacido impulso
bélico chino, los veinte millones de rusos muertos durante la última contienda
y el recuerdo europeo de la devastación producida por las dos conflagraciones
mundiales. Es posible que se retarde, pero no evite un nuevo enfrentamiento
global, que se traduciría en nuestro territorio en otra guerra civil.
De entre las múltiples causas, podríamos
señalar como relevantes el control de los recursos energéticos y el agua, que
ya es objeto de privatización, y por la que se disputarán las guerras del
futuro, según señalan importantes analistas internacionales.
Careciendo de cualquier política energética
y de recursos hídricos, nos enfrentamos a un escenario de completa dependencia.
Nuestro país, cuenta con los medios naturales para abastecerse de energía y
lograr una cierta y necesaria neutralidad del exterior, al tiempo que una
localización geoestratégica, sin embargo, compramos fuera lo que podríamos
obtener con recursos propios.
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