A lo largo y ancho del planeta, se
extiende el denominado arte rupestre; cuyo verdadero y auténtico origen sigue
siendo un misterio; del que Cantabria cuenta con la denominada “Capilla
Sixtina” del mismo, en el municipio de Santillana del Mar.
Aunque las dataciones son difíciles
de precisar en este tipo de obras, se fechan entorno a una antigüedad que se
perfila entre los 40.000 a los 10.000 a. C.
¿Arte sin más? ¿Iconografía
religiosa? ¿Simple reflejo de la fauna y costumbres de la época? La respuesta
sigue abierta. Hay pinturas encontradas en lugares escondidos, que invitan a
pensar en un cierto lugar de culto, a la vez que otras han superado el paso de
los siglos a la intemperie, sin conducirnos a una pista sobre su finalidad.
Lo primero que llama la atención de
este tipo de arte, es la extraordinaria similitud que existe entre todas las
manifestaciones del mismo, por más grande que sea la distancia que las separa.
Tadrat Acacus, en Libia, recuerda Altamira, al igual que pueda hacerlo
cualquier otro ejemplo, como pueda ser Twyfelfontein en Namibia, o Santa Cruz en Argentina.
Sin embargo, hay pinturas rupestres
verdaderamente enigmáticas, como son las encontradas en Kimberley, al noroeste
de Australia, en las que aparecen pintados seres de extraña apariencia.
¿Qué quisieron transmitirnos
nuestros antepasados? El arte rupestre, no es una primitiva manifestación de
pintura, sino una transmisión de conocimiento, del que hemos de aprender, y recoger
el testigo. Somos los herederos del saber plasmado sobre la roca. Mark Pagel, uno de los mayores expertos en
biología evolutiva, afirma al explicar la teoría darwinista, que todas las especies terrestres descienden
de otras especies. Cualquier cosa sobre la tierra está relacionada con todo lo
demás…Descendemos de algo que se remonta atrás en el tiempo, y compartimos algo
con un antepasado común…Cualquier cosa ha pasado por esa evolución…No existe lo
primitivo y lo complejo, sino que todo tiene el mismo grado de evolución.