martes, 12 de mayo de 2020

Pandemia


   “La pandemia de coronavirus alterará el orden mundial para siempre”. Henry Kissinger.

   La apertura de los bares, las peluquerías o las administraciones de lotería, antes que los colegios, las universidades o las salas de lectura de las bibliotecas, no hace sino sospechar que todo responde a una estrategia calculada.
   El empleo de datos falsos sobre el número de muertes reales, la falta de medios materiales para proteger al personal sanitario, la regulación ilegal por Decreto Ley como única fórmula legislativa, la anticonsitucional vulneración de los derechos fundamentales mediante la declaración de un estado de alarma que lo impide, el aprovechamiento de la cuarentena para prohibir el derecho de manifestación, la nada inocente ocupación de los sectores estratégicos del país, la aprobación relámpago de ingentes ayudas europeas y estatales, la selectiva fijación del virus por las zonas más productivas del país, el reconocimiento de la tarea del gobierno para perseguir cualquier puesta en duda de su gestión de la crisis, la ciberseguridad o el espionaje indiscriminado de ciudadanos, el rechazo a atender en los hospitales a los enfermos de mayor edad, el abuso y, fuera de la ley, empleo de sanciones por parte de los agentes policiales, la contradicción de la normativa frente a la pandemia que ha sancionado a dos ocupantes de un vehículo privado al mismo tiempo que ha permitido el uso colectivo del transporte público, el criminal número de ancianos fallecidos en las residencias, la total acaparación de la atención de la crisis por parte de los medios de comunicación, la inducción del miedo sobre la sociedad, el uso de la situación para sacar a presos de la cárcel como maniobra política, las operaciones económicas de envergadura, los privilegios autonómicos concedidos, la parálisis parlamentaria, el empleo del ejército para controlar a la población, el daño irreparable al pequeño comercio y a la mediana empresa, la completa destrucción de la línea de flotación de la economía, las largas colas de la población para pedir comida, el aumento irreversible del desempleo, la rápida e importante destrucción de puestos de trabajo, las draconianas medidas de distanciamiento social, las repetición de medidas similares en casi la totalidad de naciones, el contexto internacional que se vive o las declaraciones y reuniones de la élite, corroboran más que desincentivan la célebre declaración de Franklin D. Roosevelt al afirmar que “en política nada ocurre por casualidad y cuando un acontecimiento tiene lugar, es porque estaba previsto para ser llevado a cabo de esa manera”.

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