Si hay algo característico de nuestro tiempo, tan actual como una palabra que no lleva ni diez años en el diccionario, es un término, que lejos de reducirse a reflejar la sensibilidad social, está marcando las líneas rojas de lo políticamente correcto y la censura frente a la incorrección. La delimitación de la cultura woke, plantea el problema de quién arbitra las reglas del juego, y que mano está detrás. La dilatada trayectoria histórica del pasado, nos enseña que no suele haber movimientos sociales espontáneos, sino subvencionados y, a la postre, sujetos al interés, generalmente del poder dominante.
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