Sin el pretexto, aunque sea compartido, de repartir responsabilidades entre el liberalismo gobernante, de corte conservador en la capital o a nivel autonómico, o el socialismo unido a compañías de naturaleza comunista a nivel de gobierno estatal, lo cierto es que Madrid se parece cada día más a Calcuta. Los cuerpos amontonados en las aceras de personas sin techo, en condiciones de pobreza extrema, las tiendas de campaña acumuladas bajo los puentes que entretejen las arterias principales de la ciudad y las colas del hambre en busca de comida, constituyen el paisaje cotidiano de los españoles que viven en su país, en su ciudad y bajo un sistema que los excluye por completo y condena a vivir sin la dignidad que toda persona merece. Al mismo tiempo, los fondos de inversión no dejan de especular bajo la promoción de negocios inmobiliarios que impiden el acceso a la vivienda, en un entorno en el que la masiva impresión de dinero y los tipos bajos de interés han incrementado el dinero en circulación, provocando una alta inflación que ha derivado en un aumento de los precios de los bienes de primera necesidad. Si bien España encabeza la lista de mayor tasa de paro a nivel europeo, Madrid no se queda atrás, manteniéndose, de igual forma, por encima de la media de la eurozona. A todo ello, hay que añadir que la capital española ocupa un lugar significativo en el índice de crecimiento de los homicidios y agresiones y en el fenómeno de la ocupación de viviendas.
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