“-Cuando un bosque crece salvaje el
fuego purgador es inevitable y natural. Mañana el mundo contemplará aterrado la
destrucción de una gran ciudad. Esta vez el retorno a la armonía es inevitable,
créeme-.
-¿Habíais atacado Gotham antes?-.
-Por supuesto. Con los años nuestras
armas se han vuelto más sofisticadas. Con Gotham empleamos una nueva, la
Economía-“. (Batman Begins).
Los cómics de superhéroes se vendían hace unas décadas en
quioscos y tiendas especializadas, al tiempo que las versiones cinematográficas
se sucedían a lo largo de sagas y trilogías. La trama argumental de aquellos
difiere, en parte, de lo llevado a la gran pantalla, al menos si se sabe leer
entre líneas.
La industria cinematográfica, se nutre de los mismos
fondos que atesoran los grandes medios de comunicación de masas. La utilización
del ocio empleado como instrumento de propaganda, cuya pretensión no está lejos
de la ingeniería social aprovechando el entretenimiento, es una de las
principales fuentes de ingresos. No en vano, toda una
encíclica Vigilanti Cura, fue dedicada al cine.
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