viernes, 6 de marzo de 2020

Moobing

   En el Fedro platónico, el rey egipcio Thamus se dirige a Thot, inventor de la escritura: "ofreces a los alumnos la apariencia, no la verdad de la sabiduría; puesto que cuando ellos, gracias a ti, habrán leído tantas cosas sin ninguna enseñanza, se creerán en posesión de muchos conocimientos, a pesar de permanecer fundamentalmente ignorantes y se harán insoportables a los demás, porque poseerán no la sabiduría, sino la presunción de la sabiduría".
   El ser humano es social por naturaleza, y es por ello que surge en él la necesidad de relacionarse con sus semejantes para la satisfacción de sus propias necesidades. Dichas relaciones han evolucionado a lo largo de la historia junto al devenir de la propia humanidad, de tal modo que podemos afirmar que cada espacio temporal histórico tiene su correlativo entramado de relaciones intersubjetivas o individuales, que le son propias. Sin embargo, la necesidad de relacionarse, genera todo un cuadro de patologías inherentes a su propia naturaleza, de la que surgen toda una serie de conflictos personales y sociales, que dificultan el desarrollo de la personalidad o ponen a esta en peligro.
   Einstein en su obra “Mi visión del mundo” sostiene que la desaparición de los obstáculos, aclaración científica de los fenómenos, combatiendo los prejuicios y supersticiones, no implica que se haya ennoblecido la existencia social e individual.
   Argumenta tal tesis diciendo que junto a tal acción negativa, la búsqueda de una estructuración ético-moral de la vida en común es de importancia vital. Aquí no nos puede salvar ninguna ciencia. Incluso creo que la sobrevaloración de lo intelectual en nuestra educación, dirigida hacia la eficacia y la practicidad, ha perjudicado los valores éticos. No pienso tanto en los peligros que ha traído el desarrollo técnico de la humanidad sino en la proliferación de un tipo de mutua falta de consideración, de una manera de pensar matter of fact, que se ha interpuesto como una capa de hielo entre las relaciones de los unos con los otros. El perfeccionamiento ético y moral es una meta más cercana a las tareas del arte que a las de la ciencia. También es importante la comprensión de los demás. Pero ésta sólo da frutos si va acompañada de simpatías y de comprensión.
Las relaciones interpersonales, por tanto, pueden ser y de hecho son generadoras de conflictos, y lo que aún es peor, objeto de alarma social debido a los niveles de gravedad alcanzados en las desviaciones o abusos provocados gracias a la inevitable necesidad, esencial a la naturaleza humana, de tener que ser entabladas.
   De ahí que en Francia, y más recientemente en nuestro país, esté teniendo una difusión literaria abrumadora el libro de Marie-France Hirigoyen, “El acoso moral”. En él su autora analiza la especificidad de la relación perversa y el mecanismo de funcionamiento de ese proceso en distintos ámbitos, incluido la empresa.
Podemos decir, según Marie-France, que existe agresión psíquica cuando el comportamiento de un individuo atenta contra la dignidad de otro. La relación perversa puede existir en el ámbito de la pareja, la familia, en la universidad, instituciones y por supuesto en el mundo del trabajo. Por acoso en el lugar de trabajo, a juicio de la psiquiatra francesa hay que entender cualquier manifestación de una conducta abusiva y, especialmente, los comportamientos, palabras, actos, gestos y escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad física o psíquica de un individuo, o que puedan poner en peligro su empleo, o degradar el clima de trabajo. Aunque el acoso moral en el mundo del trabajo sea un fenómeno viejo, no ha sido hasta esta década cuando se lo ha identificado como un fenómeno que no sólo destruye el ambiente de trabajo y disminuye la productividad, sino que también favorece el absentismo, ya que produce desgaste psicológico.
   El tema ha sido estudiado esencialmente en los países anglosajones y nórdicos, donde ha sido calificado de mobbing. Heinz Leymann, psicólogo del trabajo en Suecia, ha investigado este proceso, que denomina psicoterror, mientras que en muchos países los sindicatos, los médicos laborales y las mutualidades sanitarias empiezan a darle verdadera importancia. Se trata de un fenómeno terrorífico porque es inhumano, no conoce los estados de ánimo ni la piedad; y los compañeros de trabajo, por bajeza, por egoísmo o por miedo, prefieren mantenerse al margen.
   Los comportamientos deliberados del agresor desencadenarán la ansiedad de la víctima, lo que provocará en ella una actitud defensiva que, a su vez generará nuevas agresiones. El miedo conduce a la víctima a comportarse patológicamente, algo que el agresor utilizará más adelante como una coartada para justificar retroactivamente su agresión. Cualquier cosa que emprenda o haga se vuelve contra ella, gracias a la mediación de sus perseguidores. El objetivo de estos últimos es desconcertarla, confundirla completamente y conducirla al error. El acoso es posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima por parte del perverso. Esta depreciación de la víctima justifica posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a pensar que se merece lo que le ocurre. Cuando el proceso de acoso se instaura, la víctima es estigmatizada, se dice que tiene mal carácter, que está loca, etc. Se considera que su personalidad es la responsable de las consecuencias del conflicto. Una vez que a la víctima se la saca de sus casillas, puede convertirse en lo que pretenden convertirla. Una persona acosada rendirá a un nivel inferior a sus posibilidades, prestará menos atención y se mostrará ineficaz, lo que dará pie a que se critique la calidad de su trabajo.
   Muchas empresas son incapaces de conseguir que en ellas se respeten los derechos mínimos de las personas. La competitividad, el intento de destacar a expensas de otros, o la propia envidia, son causas de las agresiones morales entre compañeros de trabajo.
La amenaza del desempleo contribuye a que la arrogancia y el cinismo se conviertan en métodos de dirección. En un sistema donde la competencia es encarnizada, la frialdad y la dureza se vuelven una norma. La competición, sean cuales fueren los medios que se empleen, se considera saludable, y los perdedores son rechazados. En este contexto un individuo que ansía el poder puede utilizar la confusión reinante para destrozar con toda impunidad a sus potenciales rivales. Si la empresa no lo controla, puede manipular y destruir impunemente a otros individuos con tal de conquistar o de conservar el poder. Las nuevas formas de trabajo, que persiguen mejorar los resultados de las empresas sin tener en cuenta el factor humano, generan tensión creando así las condiciones favorables para la aparición de la perversidad.
   Cuando un sujeto tiende a percibir las reacciones de otro como potencialmente amenazadoras, es propenso a deformar su percepción de la relación, para hacerla conforme a la imagen que él tiene de sí mismo. En consecuencia, su percepción del marco de referencia interno es incorrecto y no está en las mejores condiciones para sentir un grado elevado de empatía. Y cuanto mayor sea la falta o insuficiencia de consideración positiva o empatía:

-menos se sentirá en estado de expresar lo que experimenta.
-menos capaz será de expresar sentimientos relativos al yo.
-menos diferenciada es su percepción.
-menos capaz es de reconocer y expresar el desacuerdo que existe entre los datos de su experiencia y la imagen que él tiene de sí mismo.
-menos capaz es de reorganizar esta imagen.

   En conjunto, el proceso de modificación de la personalidad queda alterado.
  La Asamblea General de las Naciones Unidas, mediante resolución adoptada en un anexo a la declaración de los principios fundamentales relativos a las víctimas de la criminalidad y abusos de poder, define a estas últimas del siguiente modo: “ se entiende por víctimas a las personas que, individual o colectivamente, han padecido un perjuicio, especialmente un atentado contra su integridad física o mental, un sufrimiento moral, una pérdida material, o un atentado grave contra sus derechos fundamentales, con motivo de actos o de omisiones que todavía no constituyen una violación de la legislación penal nacional, pero que representan violaciones de las normas internacionalmente reconocidas en materia de derecho humanos”.
   En Suecia el acoso moral en la empresa es un delito, así como en Alemania, Estados Unidos, Italia y Australia. En Suiza se puede aplicar el artículo 328 del Código de las Obligaciones en el marco de una empresa privada: “El patrón deberá adoptar todas las medidas necesarias para asegurar y mejorar la protección de la salud y para garantizar la salud física y psíquica de los trabajadores. La lucha contra el acoso debe formar parte de estas medidas, dado que el acoso pone en peligro la salud física y psíquica de la persona acosada”.
   En Francia, la Asamblea Nacional prepara para ser aprobado a principios del año 2000, un proyecto de ley sobre el acoso moral en la empresa.
   Para una empresa, las consecuencias económicas del acoso no son despreciables. Las pérdidas para la empresa pueden alcanzar proporciones importantes debido a la disminución de la calidad del trabajo, y por el aumento de los costes debidos al absentismo.
   Por ello, se hace necesario orientar y organizar la prevención, también en el ámbito de las relaciones interpersonales en la empresa.
   A juicio de Marie-France, prevenir supone volver a introducir el diálogo y la comunicación verdadera, además de hacer necesario intervenir a los comités de higiene, de seguridad y condiciones de trabajo, así como la inspección de trabajo, la dirección, los delegados de personal y el médico laboral.
   La prevención también pasa por la educación de los responsables, acciones informativas destinadas a las víctimas, los asalariados, y las empresas, así como la regulación, a través de la reglamentación interna y convenios colectivos, de cláusulas de protección contra el acoso moral, o la adopción de normas jurídicas aplicables en el ámbito laboral.
   En el Fedro, Platón nos habla de la verdadera sabiduría, que no es sino el bien, no ya la super-sustancia, sino la forma de vida propia del hombre.
   Así, la prevención alcanzará su verdadera razón de ser cuando haga realidad el fin que subyace a su propia finalidad:    
     
“La felicidad es esta creación: la participación en la creación continuada de un hombre cada vez más hombre, y de un mundo cada vez más humano”. Roger Garaudy.

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