En el Fedro platónico, el rey egipcio Thamus
se dirige a Thot, inventor de la escritura: "ofreces
a los alumnos la apariencia, no la verdad de la sabiduría; puesto que cuando
ellos, gracias a ti, habrán leído tantas cosas sin ninguna enseñanza, se creerán
en posesión de muchos conocimientos, a pesar de permanecer fundamentalmente
ignorantes y se harán insoportables a los demás, porque poseerán no la
sabiduría, sino la presunción de la sabiduría".
El ser humano es social
por naturaleza, y es por ello que surge en él la necesidad de relacionarse con
sus semejantes para la satisfacción de sus propias necesidades. Dichas
relaciones han evolucionado a lo largo de la historia junto al devenir de la
propia humanidad, de tal modo que podemos afirmar que cada espacio temporal
histórico tiene su correlativo entramado de relaciones intersubjetivas o
individuales, que le son propias. Sin embargo, la necesidad de relacionarse,
genera todo un cuadro de patologías inherentes a su propia naturaleza, de la
que surgen toda una serie de conflictos personales y sociales, que dificultan
el desarrollo de la personalidad o ponen a esta en peligro.
Einstein en su
obra “Mi visión del mundo” sostiene que la desaparición de los obstáculos,
aclaración científica de los fenómenos, combatiendo los prejuicios y
supersticiones, no implica que se haya ennoblecido la existencia social e
individual.
Argumenta tal tesis
diciendo que junto a tal acción negativa, la búsqueda de una estructuración
ético-moral de la vida en común es de importancia vital. Aquí no nos puede
salvar ninguna ciencia. Incluso creo que la sobrevaloración de lo intelectual
en nuestra educación, dirigida hacia la eficacia y la practicidad, ha
perjudicado los valores éticos. No pienso tanto en los peligros que ha traído
el desarrollo técnico de la humanidad sino en la proliferación de un tipo de
mutua falta de consideración, de una manera de pensar matter of fact, que se ha interpuesto como una capa de hielo entre
las relaciones de los unos con los otros. El perfeccionamiento ético y moral es
una meta más cercana a las tareas del arte que a las de la ciencia. También es
importante la comprensión de los demás. Pero ésta sólo da frutos si va
acompañada de simpatías y de comprensión.
Las relaciones
interpersonales, por tanto, pueden ser y de hecho son generadoras de
conflictos, y lo que aún es peor, objeto de alarma social debido a los niveles
de gravedad alcanzados en las desviaciones o abusos provocados gracias a la
inevitable necesidad, esencial a la naturaleza humana, de tener que ser entabladas.
De ahí que en Francia,
y más recientemente en nuestro país, esté teniendo una difusión literaria
abrumadora el libro de Marie-France Hirigoyen, “El acoso moral”. En él su autora
analiza la especificidad de la relación perversa y el mecanismo de
funcionamiento de ese proceso en distintos ámbitos, incluido la empresa.
Podemos decir, según
Marie-France, que existe agresión psíquica cuando el comportamiento de un
individuo atenta contra la dignidad de otro. La relación perversa puede existir
en el ámbito de la pareja, la familia, en la universidad, instituciones y por
supuesto en el mundo del trabajo. Por acoso en el lugar de trabajo, a juicio de
la psiquiatra francesa hay que entender cualquier manifestación de una conducta
abusiva y, especialmente, los comportamientos, palabras, actos, gestos y
escritos que puedan atentar contra la personalidad, la dignidad o la integridad
física o psíquica de un individuo, o que puedan poner en peligro su empleo, o
degradar el clima de trabajo. Aunque el acoso moral en el mundo del trabajo sea
un fenómeno viejo, no ha sido hasta esta década cuando se lo ha identificado
como un fenómeno que no sólo destruye el ambiente de trabajo y disminuye la
productividad, sino que también favorece el absentismo, ya que produce desgaste
psicológico.
El tema ha sido
estudiado esencialmente en los países anglosajones y nórdicos, donde ha sido
calificado de mobbing. Heinz Leymann, psicólogo del trabajo en Suecia, ha
investigado este proceso, que denomina psicoterror, mientras que en muchos
países los sindicatos, los médicos laborales y las mutualidades sanitarias
empiezan a darle verdadera importancia. Se trata de un fenómeno terrorífico
porque es inhumano, no conoce los estados de ánimo ni la piedad; y los compañeros
de trabajo, por bajeza, por egoísmo o por miedo, prefieren mantenerse al
margen.
Los comportamientos
deliberados del agresor desencadenarán la ansiedad de la víctima, lo que
provocará en ella una actitud defensiva que, a su vez generará nuevas
agresiones. El miedo conduce a la víctima a comportarse patológicamente, algo
que el agresor utilizará más adelante como una coartada para justificar
retroactivamente su agresión. Cualquier cosa que emprenda o haga se vuelve
contra ella, gracias a la mediación de sus perseguidores. El objetivo de estos
últimos es desconcertarla, confundirla completamente y conducirla al error. El
acoso es posible porque viene precedido de una descalificación de la víctima
por parte del perverso. Esta depreciación de la víctima justifica
posteriormente la crueldad que se ha ejercido contra ella y conduce a pensar
que se merece lo que le ocurre. Cuando el proceso de acoso se instaura, la
víctima es estigmatizada, se dice que tiene mal carácter, que está loca, etc.
Se considera que su personalidad es la responsable de las consecuencias del
conflicto. Una vez que a la víctima se la saca de sus casillas, puede
convertirse en lo que pretenden convertirla. Una persona acosada rendirá a un
nivel inferior a sus posibilidades, prestará menos atención y se mostrará
ineficaz, lo que dará pie a que se critique la calidad de su trabajo.
Muchas empresas son
incapaces de conseguir que en ellas se respeten los derechos mínimos de las
personas. La competitividad, el intento de destacar a expensas de otros, o la
propia envidia, son causas de las agresiones morales entre compañeros de
trabajo.
La amenaza del
desempleo contribuye a que la arrogancia y el cinismo se conviertan en métodos
de dirección. En un sistema donde la competencia es encarnizada, la frialdad y
la dureza se vuelven una norma. La competición, sean cuales fueren los medios
que se empleen, se considera saludable, y los perdedores son rechazados. En
este contexto un individuo que ansía el poder puede utilizar la confusión
reinante para destrozar con toda impunidad a sus potenciales rivales. Si la
empresa no lo controla, puede manipular y destruir impunemente a otros
individuos con tal de conquistar o de conservar el poder. Las nuevas formas de
trabajo, que persiguen mejorar los resultados de las empresas sin tener en
cuenta el factor humano, generan tensión creando así las condiciones favorables
para la aparición de la perversidad.
Cuando un sujeto tiende
a percibir las reacciones de otro como potencialmente amenazadoras, es propenso
a deformar su percepción de la relación, para hacerla conforme a la imagen que
él tiene de sí mismo. En consecuencia, su percepción del marco de referencia
interno es incorrecto y no está en las mejores condiciones para sentir un grado
elevado de empatía. Y cuanto mayor sea la falta o insuficiencia de consideración
positiva o empatía:
-menos se sentirá en
estado de expresar lo que experimenta.
-menos capaz será de
expresar sentimientos relativos al yo.
-menos diferenciada es
su percepción.
-menos capaz es de
reconocer y expresar el desacuerdo que existe entre los datos de su experiencia
y la imagen que él tiene de sí mismo.
-menos capaz es de
reorganizar esta imagen.
En conjunto, el proceso
de modificación de la personalidad queda alterado.
La Asamblea General de
las Naciones Unidas, mediante resolución adoptada en un anexo a la declaración
de los principios fundamentales relativos a las víctimas de la criminalidad y
abusos de poder, define a estas últimas del siguiente modo: “ se entiende por
víctimas a las personas que, individual o colectivamente, han padecido un
perjuicio, especialmente un atentado contra su integridad física o mental, un
sufrimiento moral, una pérdida material, o un atentado grave contra sus
derechos fundamentales, con motivo de actos o de omisiones que todavía no
constituyen una violación de la legislación penal nacional, pero que
representan violaciones de las normas internacionalmente reconocidas en materia
de derecho humanos”.
En Suecia el acoso
moral en la empresa es un delito, así como en Alemania, Estados Unidos, Italia
y Australia. En Suiza se puede aplicar el artículo 328 del Código de las
Obligaciones en el marco de una empresa privada: “El patrón deberá adoptar
todas las medidas necesarias para asegurar y mejorar la protección de la salud
y para garantizar la salud física y psíquica de los trabajadores. La lucha
contra el acoso debe formar parte de estas medidas, dado que el acoso pone en
peligro la salud física y psíquica de la persona acosada”.
En Francia, la Asamblea
Nacional prepara para ser aprobado a principios del año 2000, un proyecto de
ley sobre el acoso moral en la empresa.
Para una empresa, las
consecuencias económicas del acoso no son despreciables. Las pérdidas para la
empresa pueden alcanzar proporciones importantes debido a la disminución de la
calidad del trabajo, y por el aumento de los costes debidos al absentismo.
Por ello, se hace
necesario orientar y organizar la prevención, también en el ámbito de las
relaciones interpersonales en la empresa.
A juicio de
Marie-France, prevenir supone volver a introducir el diálogo y la comunicación
verdadera, además de hacer necesario intervenir a los comités de higiene, de
seguridad y condiciones de trabajo, así como la inspección de trabajo, la dirección,
los delegados de personal y el médico laboral.
La prevención también
pasa por la educación de los responsables, acciones informativas destinadas a
las víctimas, los asalariados, y las empresas, así como la regulación, a través
de la reglamentación interna y convenios colectivos, de cláusulas de protección
contra el acoso moral, o la adopción de normas jurídicas aplicables en el
ámbito laboral.
En el Fedro, Platón nos
habla de la verdadera sabiduría, que no es sino el bien, no ya la super-sustancia, sino la forma de
vida propia del hombre.
Así, la prevención
alcanzará su verdadera razón de ser cuando haga realidad el fin que subyace a
su propia finalidad:
“La
felicidad es esta creación: la participación en la creación continuada de un
hombre cada vez más hombre, y de un mundo cada vez más humano”.
Roger Garaudy.
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