Keanu Reeves y Laurence Fishburne, Neo y
Morfeo en la ficción, dialogan en Matrix, la magistral película de los hermanos
Wachowski, en un intenso momento que recoge la incertidumbre del personaje
principal en relación con la realidad que lo rodea, cuando admite reconocer que
el mundo parece fallar en algo, sin que pueda definir exactamente en qué,
principio, precisamente, que lo conducirá al despertar.
Si bien, pudiera parecer que el sistema se
disfraza de libertad y democracia, lo cierto es que la concentración de los
medios, las finanzas y el poder en las mismas manos, presagian todo lo
contrario. Todos los partidos del sistema, por algunos referido como
partitocracia, no hacen sino responder a reuniones de instancias superiores
que, a su vez, defienden los verdaderos intereses del poder real.
El supuesto régimen de libertades que ahora
está mostrando su verdadero rostro, bajo la atenta mirada de las cámaras de
videovigilancia, que no son sino el control total sobre la población y la
censura de cualquier puesta en rigor, va camino de convertirse en una sociedad
ya descrita por Anthony Burgess en su obra “La naranja mecánica”, violenta y
caótica, cuyo propósito no es otro que llegar a un nuevo orden de las cosas.
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