sábado, 1 de noviembre de 2025

Antiguo Egipto


          Un templo del antiguo Egipto, recogía en su interior las estancias reales, recorridas de jeroglíficos, al igual que éstos se prodigaban por el resto de las salas. Algunos de ellos, representaban los sacrificios ofrecidos al Faraón o a la divinidad. El común de los mortales tenía prohibido el acceso al templo, exceptuando, claro está, la dispensa de la alta casta sacerdotal, encargada de oficiar los ritos y los mencionados sacrificios ofrecidos a un solo Dios, por extraño que pudiera parecer. De cara a la galería se oficiaba una religión politeísta, al mismo tiempo que los jeroglíficos se abrían al entendimiento sólo de unos pocos iniciados, cuya profesión de fe se otorgaba a la estatua habida en el interior del templo, como representación de una sola deidad. Habría que matizar, si los orígenes de tales esculturas eran de trascendencia celestial o no. A Amón-Ra, en el antiguo Egipto se lo representaba con cabeza de carnero, al igual que en Mesopotamia se hacía lo mismo con el Toro de Ur, decorado, además, en este último caso, con oro y lapislázuli. El demonio del viento, Pazuzu, de trazo similar al posterior Baphomet, no dejaba de ser, al igual que los anteriormente citados, Amón-Ra y el Toro de Ur, representaciones de lo oculto y lo que hoy adjetivaríamos como satánico. A todo ello, habría que añadir, como nexo de unión, el hermetismo, entendido como una corriente esotérica asociada a la escritura de Hermes Trismegisto, que asocia en una fusión irreductible la tradición griega y egipcia, y que trabaja la astrología, la alquimia o el ejercicio de la magia, como prácticas habituales de su acervo. Tal magia, habría de ser entendida como el ejercicio de invocación de entes diabólicos, con distinta suerte de finalidades, entre las que habría que incluir el ejercicio del poder o el intento de conservarlo. Los egipcios, mediante el ejercicio de la magia y el arte funerario, añadieron la idolatría, caracterizada como la posibilidad de introducir demonios en las estatuas físicas u otros objetos materiales. En el Renacimiento, autores como Giordano Bruno y Pico della Mirandola, cultivaron el estudio de la astrología, aunque el último se centró en la astrología matemática o especulativa. Se creía en aquella época, que la conjunción astrológica era determinante del sino de toda persona, y que tal inevitable desenlace podía alterarse por intermediación del curso del ejercicio de la magia. Todo ese legado gnóstico; en virtud del cual se exalta el culto de la libertad humana y se invoca la transformación de la persona, con el premeditado fin de lograr metamorfosearla hasta erigirla y convertirla en un Dios; atesora la modernidad y la cultura sumergida en el culto a lo esotérico, la hechicería, el satanismo, la cábala, la ufología o el ocultismo.

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