Entre personas no menos
ilustradas, se tiende a admirar la antigüedad de ciertas culturas, como la
china, por el hecho de contar con cinco mil años a sus espaldas de trayectoria
civilizatoria. La razón de semejante signo admirativo llama considerablemente
la atención, máxime cuando se trata de personas de habla hispana, y atendiendo
al hecho de que tales civilizaciones milenarias no hayan dejado su impronta a
lo largo del tiempo fuera de sus fronteras naturales.
No es el caso de una ciudad, Alcalá de Henares, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin contar con el hecho de que en la misma se encuentran restos procedentes de la más remota lejanía, del Neolítico y la edad del Bronce, la antigua Complutum es una ciudad que cuenta en su haber con cuatro mil años de historia. El paso de aquella ha dejado su impronta marcada en su suelo, sin abandonar nunca el protagonismo de primera línea en el acontecer no sólo de la historia española, sino universal. Cuna de un emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, vínculo necesario de los reyes más insignes, como Felipe II, aula de los escritores del Siglo de Oro, además de ser el lugar que alumbró a la pluma más importante de las letras universales, ha sido y sigue siendo el escenario de tantos otros protagonistas de una larga lista de alcalaínos ilustres, tan extensa como llamada a no poder evitar el asombro al recorrerla.
Alcalá de Henares es, además, la primera ciudad universitaria del mundo, por la que atravesaron las corrientes renacentistas y humanistas de una Europa en pleno esplendor, y se acierta a considerar que fue el lugar definitivo del encuentro entre Isabel la Católica y Cristóbal Colón, y el que determinó el descubrimiento del nuevo mundo.
Con vocación claramente abierta e inspiradora, alberga los restos de sus patronos Justo y Pastor, el monasterio que fundó Santa Teresa de Ávila o El Colegio Mayor de San Ildefonso, símbolo del histórico conjunto de su vida universitaria.
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