Feliz año nuevo. Hablar de crisis es tan antiguo, como
pueda serlo felicitar cada año que transcurre por el calendario de la Historia
humana. “No hay nada nuevo bajo el Sol, y sin embargo todo parece distinto”,
escribió Borges. La centralización administrativa por un lado, y el soporte económico
por otro de los gobiernos locales, sostenían al Imperio Romano, constituyéndose
éste en el garante del bienestar común. El desarraigo frente al control del
Imperio conllevó la multiplicación de la administración y el estrangulamiento
de la economía. La consecuencia resultó ser la Caída del Imperio Romano. Los
despojos de la civilización, fueron pasto de los bárbaros o del saqueo. Sirva
recordar como ejemplo el que asoló de la mano de Alarico, Roma.
Si los siglos han dejado su impronta en el tiempo; los
hechos siguen siendo, inmutables, los mismos.
Las crisis se superan, y la Historia se repite como una
sucesión armónica de acontecimientos parejos. Para muchos, los males que
alumbraban la decadencia de Roma, eran vistos como una pérdida de la religiosidad,
o la disolución de la familia. No era infrecuente el descontento social, que se
traducía en una lucha contra el poder establecido, ya fuera Iglesia o Estado.
¿Estamos ante la nueva caída del Imperio? Los
historiadores discuten la evolución o revolución de aquel acontecimiento, sobre
la tragedia de la que sólo hablan en silencio las ruinas.
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