Como respuesta frente a Napoleón, se levantó el Walhalla
como expresión del Romanticismo. La pretensión de extender los principios
ilustrados y liberales por el área de influencia creada bajo la acción directa
de La Grande Armée, provocó una reacción en sentido inverso, llevando al
idealismo y al romanticismo a la máxima definición artística del sentimiento
frente a la razón, y a la exaltación de los valores tradicionales, religiosos y
nacionales frente a la revolución destructora de dichos dogmas. El ideal
tradicional de la belleza, en armonía con la naturaleza y los paisajes, en el
sentido platónico que identificaba aquella con la idea de bondad, nació como un
ímpetu idealista en la búsqueda de libertad y de un orden de las cosas
establecido en su necesario encuentro con el pasado y el presente para
determinar el futuro anclado en la voluntad de la línea historicista marcada
por el paso del tiempo.
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