Hace años, en un artículo escrito y publicado por un
Obispo en el ABC, a propósito del día de Todos los Santos, se hacía referencia
a las experiencias próximas a la muerte. Hablaba de cómo los soldados de la II
Guerra Mundial, caídos heridos, se veían desde arriba, sin sufrir dolor alguno,
mientras sus cuerpos yacían sobre el suelo. El artículo hacía también
referencia al libro del abogado de Acción Católica, Lino Sardos Albertini, “El más allá existe”.
Lejos de contrariar la doctrina católica, escribía el Obispo,
esas experiencias avalan la creencia en una vida eterna, que va más allá de la
muerte.
El libro del psiquiatra y doctor en filosofía, Raymond
Moody “Vida después de la vida”, se
convirtió en un auténtico betseller
en su época, y abrió las puertas a la investigación científica de este tipo de
fenómenos.
Tanto en el arte, como en
la pintura, filosofía o tradiciones de todas las épocas, tradiciones y
pueblos distantes entre sí, existen reflejos de su existencia. Innumerables son
las obras literarias aluden a ellas, como la escrita por Tolstoi; “La muerte de Iván Ilich”.
En la escritora Olga Bejano Domínguez, que vivió estas
experiencias, encontramos el relato a lo largo de su obra de alguna una de
ellas;
…pero allí entendí que lo que le da
valor y sentido a la vida es el saber ser; allí de nada sirven el dinero o los
títulos; sólo importan las cosas pequeñas. ¿Qué he hecho yo de positivo en mi
vida? ¿Qué ha quedado de mí en los demás? ¿Y de los demás en mí?
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