“Para Bruce Lee la filosofía no era
el patio de recreo -profesional- de los académicos, sino la puerta de acceso de
todo individuo a la mayor aventura del espíritu del hombre, que iluminaba las
fronteras de la posibilidad humana y borraba las sombras de la duda y la
inseguridad”. John Little.
Con la sabiduría de un monje, Bruce Lee discernía lo
absoluto de cualquier condicionamiento dogmático o preestablecido por la razón.
“El absoluto”, decía en su obra “Pensamientos extraordinarios”, “trasciende
la comprensión humana y va más allá de las categorías de tiempo y espacio”. La
búsqueda constante del equilibrio, en el devenir de los acontecimientos
marcados por el presente, en lugar de la trampa del tiempo pasado o futuro, la
flexibilidad de la acción frente a la realidad, ejemplificada por el elemento
del agua, el continuo cambio de las cosas en constante movimiento y la
importancia del tiempo, constituyen algunos de los principios presentes en su vasta
filosofía, traducida en una auténtica escuela de vida.
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