Es
evidente que existen las dos Españas, la tradicional y la revolucionaria. La
revolucionaria, está en perfecta armonía con la élite para destruir a la
tradicional, que no es otra cosa que lo mismo que ocurrió en la Revolución rusa
de 1917.
Mientras
no se supere la dicotomía que separa al pueblo del poder real, el curso de la
Historia será definitivo, y aquel estará condenado a enfrentarse contra sí
mismo. Tan solo el despertar del pueblo y la superación de sus diferencias,
podrá organizarlo frente a la detentación de la cada vez mayor concentración de
poder.
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