“La crisis política de
Europa puede resumirse así: los gobernantes que elegimos no mandan y los que
mandan no los elegimos nosotros.” Josep Ramoneda.
Como si de una
novela de terror y ciencia ficción se tratase, la realidad de manera más simple
y cruenta narra el secuestro del poder por un gobierno invisible, en la sombra,
que se estructura de forma superpuesta por encima de las naciones e instituciones,
dejando a un lado la soberanía popular y la identidad de los pueblos, para
imponer su dominio sobre toda la humanidad.
Las nuevas formaciones políticas,
serían partidos de disidencia dirigida o controlada para agrupar en sus filas
la indignación por el recorte de los derechos y libertades, fruto no de una
crisis económica cíclica y sus circunstancias, sino del desarrollo de una hoja
de ruta previamente marcada.
Bajo
la aparente rivalidad, se han conformado grandes bloques mundiales como la
Unión Europea, los BRICS o la CELAC. Pero lejos de toda pretensión antagonista,
se trata de unir a los países en organismos supranacionales, limando sus
diferencias, para una vez consolidada su integración regional, pasar al
siguiente estadio, la unión definitiva de todas las piezas bajo un único
gobierno.
Se trataría de un espacio libre para
el poder financiero, político y económico, no para la soberanía popular,
relegada al vacío de las instituciones.
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